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BANCAR LA TOMA


La problemática del suelo urbano es una tendencia de alcance mundial, toda vez que se trata del bien que más velozmente se valoriza conforme se acumula la presión demográfica sobre las grandes urbes. [1]


Por más raro que parezca, el dato saliente es que recién a partir de la década pasada se verifica que por primera vez en la historia es mayor la cantidad de población que se asienta sobre las ciudades que la que habita en las diversas ruralidades.

La acumulación originaria se reedita periódicamente en la trayectoria histórica del modo de producción capitalista. No es novedad, asimismo, que a la tendencia señalada en el párrafo anterior es impulsada por el despojo y desplazamiento de poblaciones rurales; generación tras generación.[2]


Este último aspecto reviste en nuestro continente ribetes de voracidad cada vez más despiadada, siendo los conflictos por la tierra paraguayo y colombiano los casos más calientes. Actualmente, incluso, se registran masacres que, por sus formas, son típicas de comienzos del siglo XX.


Eso, en el campo.


La contratendencia se verifica conforme el precio del suelo urbano intensifica la expulsión de los pobres urbanos hacia las periferias. Y, llegados a zonas periurbanas, los expulsados de la urbe –población sobrante, por lo general- deben competir con la prepotencia de los emprendimientos inmobiliarios de tipo “country-barrio cerrado”; completamente refractarios y antagónicos con el acceso a la vivienda que promete el Artículo 14 Bis (sólo por mencionar una norma entre tantas toneladas de papel mojado). Basta una somera recorrida allende la Panamericana o la General Paz para toparnos con la resultante de esta diputa cotidiana.


Esto no es “de ahora”, no.


Pero sí observa nuevas características que, en tanto tendencia, replican en nuestro país hace por lo menos 3 generaciones; alrededor de 75 años. Baste mencionar que la célebre obra de Bernardo Verbitsky, “Villa Miseria también es América”, data de 1957. Estudios serios, interdisciplinarios y todo ese piripipí también están a un gugleo de distancia.


A Guernica llegamos, entonces, como llegamos a los múltiples escenarios similares que se dan periódicamente en nuestro país. Baste mencionar que alrededor de un 80 % de los barrios populares de los que se tiene registro (RENABAP) se originaron por procesos de ocupación y toma de tierras asimilables al que nos ocupa.[3]



Cierto es que, corrientemente, no son tan grandes. Tampoco habíamos visto un fenómeno de esta índole en el marco de una pandemia mundial que desnuda de manera implacable el nivel de desprecio sistémico que los diferentes estados del mundo civilizado observan por su población sobrante.


Sucede que, de paso, la población sobrante es cada vez más grande en número. Y es actor principal en todo el drama que hemos descripto de manera seguramente pobre.


Nótese: es población sobrante el campesino desplazado, que mal que mal recala en algún conurbano picante de algún país hermano. Población sobrante, es, asimismo, el habitante de los barrios populares que conserva algún grado de dignidad en su vida mediante la changa, el rebusque; la mayoría de nuestra población villera, por ejemplo.


En nuestro país, puntualmente, puede observarse que las trayectorias de diversas generaciones de familias postergadas transitan y se derraman en los diversos conurbanos: Rosario, Mendoza, Capital Federal y Gran Buenos Aires (más paquete: AMBA), Córdoba, Mar del Plata, Resistencia, Salta, Tucumán…en fin.


A ese mosaico de procedencias al que hay que sumar el inestimable aporte de nuestros hermanos bolivianos, paraguayos y peruanos. Como si algo faltara, se suma el afluente venezolano. Acá se aburre el que quiere, viejo.


También hay un estamento capitalista que absorbe población sobrante en prácticamente cualquier estación del tránsito de la ciudad al campo o de un conurbano a otro: verdaderos ejércitos de la descomposición social encuentran supervivencia e, incluso, progreso material en los meandros del narcotráfico y sus industrias subsidiarias.


El negocio inmobiliario es, lógicamente, capellán. Es el gemelo tranquilo de la especulación financiera. Y no es que secuestre o extorsione o condicione a los diferentes gobiernos locales; no. Es que están ahí para eso. A ver si nos entendemos: Manifiesto Comunista, te lo enseñan en prescolar.


Todas las buenas intenciones que el Estado, a nivel mundial, puede operar o amagar implementar, están ligadas al paliativo; el parche; la ortopedia. Siempre llega tarde: viene con una curita a tapar un apuñalado en una toma de tierras, por decir algo.


La última imagen viene a cuento, toda vez que, sabemos, una toma de tierras es, corrientemente, un ámbito mucho más ligado a ese tipo de incidentes que al Parque de Diversiones Selva Lacandona que vimos describir por parte de muchos medios ligados a cierto “sentido común de izquierda” que nos empalagaron con eternas crónicas.

Que lo demonice la derecha no quiere decir que nosotros debamos embellecerlo. Una toma de tierras es un escenario complejo, peligroso e indeseable. Se amontonan miserias materiales de larga data con todas las degradaciones propias de la lumpenización.


El desfile de impúdico candor de algunas luminarias de la izquierda realmente existente la semana pasada, sin ir más lejos, da cuenta de que era necesario el #YOESTUVEAHÍ antes de que se produjera el desalojo.


Porque “tu gobierno progresista reprime y desaloja…igual que Macri”. No entiende esta gente, pareciera, que a la metafísica no le entra una bala. Y cuando de progres hablamos, no podemos hablar de otra cosa que no sea metafísica; está visto. Pero no: siguen apostando a que la contradicción manifiesta entre el decir y el hacer les haga cortocircuito a cínicos curtidos y otros de alma más pobre todavía.


Al fin y al cabo, y en el marco de la lógica que anteriormente propusimos para caracterizar la acción estatal para con el “conflicto social”, subrpoducto lógico del modo de producción dominante, el gobierno de la Provincia se dio el tiempito y fue apretando una por una, de manera militante y con la disciplina organizativa que le otorga contar con fuerte arraigo territorial + presupuesto (Evita, CCC y otras expresiones ligadas a la UTEP), a gran parte de las familias que resistían en ese chiquero deshumanizante que nuestra izquierda nos quiso enseñar a amar.


A resultas de esto, se convenció desde el Estado a gran parte de los ocupantes de abandonar la toma hasta que se constituya una solución integral. Una maniobra clásica de deteriorar el frente interno.


Al momento, no hemos podido leer en las publicaciones caras a nuestro cuadrante ideológico una alternativa superadora a quedarse bancando un sinfín de penurias debajo de una lona con cuatro palos en medio del barro.


Porque el Estado debe brindar respuesta integral, reza una funcionaria CONICET. Y hasta puede que cumpla, pero pide tiempo. Compra tregua, en definitiva. Ataja penales. Pero nos ataja un penal y nos quedamos paralizados. Como cuando Olave le atajó el penal a Pavone.

Total, cuando llegue el desalojo va a saltar la contradicción y las masas van a haber realizado un capítulo resonante de aprendizaje con el populismo nacionalista burgués. Y ahí van a venir a tocarnos timbre, van a ver.


Pero, está visto: por un lado, no hay otra. Apelar a la pulsión reparadora que arrastra como culpita el Estado burgués por medio de estos procesos de lucha es una constante desde hace por lo menos medio siglo.


Por otro lado, y por lo mismo: no existe tal cosa como una toma de tierras espontánea. Y menos mal que son organizadas. La voz de aura siempre parte desde las sombras. Todos sabemos, pero nadie sabe.


En este punto, no sabemos si es más perjudicial el que pretende vender la espontaneidad como algo puro, lindo y deseable (“autoconvocados”) o el que elige conscientemente subirse a ese Pegaso y bolacearnos desde arriba sobre lo lindo que es todo desde esa locación privilegiada.


En definitiva, todo parece indicar que nos aproximamos a otro desenlace miserable para una situación desesperante que no hará más que replicarse y ganar notoriedad en el corto plazo.

Probablemente, el gobierno del petiso carilindo capitalice por ambos wines. Por izquierda, diciendo que se resolvió gran parte de la toma mediante el diálogo y la acción del Estado; y por derecha, cuando suban a Berni a un cuatriciclo y lo hagan filmar con un drone aporreando morochos. Hay para todes.


Esperamos poder abordar la disputa en torno al hábitat como merece ser abordada; en el marco de la sección La Cloaca Investiga. Aceptamos becas de todo tipo.

Pero claro, siempre queda la foto: #YOESTUVEAHÍ #AGUANTELATOMA

Etcétera.

NOTAS:

[1] Para quien se interese, acá hay 286 páginas de verso estatalista sobre esta problemática, amparadas por el inefable cariño y consideración de los organismos multilaterales de crédito (BID, CAF, Banco Mundial, etc): https://www.lincolninst.edu/sites/default/files/pubfiles/definicion-de-politicas-de-suelo-urbanas-full.pdf [2] Recomendamos, para una primera aproximación a este fenómeno digna de ser leída, clara y certera, un trabajo de David Harvey llamado “El nuevo imperialismo. Acumulación por despojo y desposesión: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20130702120830/harvey.pdf [3] Acá tomamos por buena la palabra de Emilio Pérsico, que, nos guste o no, sabe de qué está hablando: https://www.lanacion.com.ar/politica/emilio-persico-nos-quieren-acusar-nosotros-planes-nid2466677 [𝗙𝗢𝗧𝗢: 𝗠𝘂𝗿𝗮𝗹 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 Colectivo ContraMuro 𝗲𝗻 𝗚𝘂𝗲𝗿𝗻𝗶𝗰𝗮; 𝟮𝟬𝟭𝟱]

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