A cualquier persona de bien, lo que está ocurriendo en Chile, como mínimo, le esboza una sonrisa. Cuando decimos “persona de bien”, nos referimos a cualquiera que no sea parte de esa minoría (concepto que se encuentra de moda, pero pocas veces relacionado con clases sociales) que es la burguesía o quien que le haya vendido su conciencia a aquella. El mapa del voto por comunas, división político-administrativa parecido a nuestros municipios, lo deja en claro.
Aprobar la modificación de la Constitución legada por un dictador, quizá nos parece muy extraño para los que vivimos de este lado de la Cordillera de los Andes. Yendo a lo concreto, ¿Quién podría estar a favor de que varias personas pidan por adelantado su jubilación, y la gasten, para poder sobrevivir en la pandemia? ¿Y a favor de tener que hipotecar la casa para poder pagar una cirugía? ¿o de endeudarse con el banco toda la vida para poder estudiar?. Para gran parte de la población argentina, esas cuestiones resultan, de mínima, , extrañas o difíciles de imaginar. Ojo, no seamos ingenuos, hipócritas o soretes. La dificultad de ejercer el derecho a un sueldo y a una jubilación digna, a la salud y a la educación, existen y cada vez más, pero toman otra forma.
La obtención del 80% en el plebiscito, es una pequeña gran victoria. Sin embargo, lejos de ser el final del camino, si de verdad se quiere modificar los privilegios de una clase social y de sus perros guardianes y obtener una vida digna para los trabajadores, los oprimidos y los humildes, el camino recién empieza.
En este sentido, llama mucho la atención, y para bien, la inmensa movilización luego del triunfo electoral. Lejos de ser un hecho aislado, fue la movilización constante, incluso a pesar que el gobierno de Piñera les haya declarado la guerra (“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite, que está dispuesto a quemar nuestros hospitales, el metro, los supermercados, con el único propósito de producir el mayor daño posible”), de las muertes, de las represiones, de torturas, de los secuestros a niños, de violaciones, de disparos a los ojos por parte de los carabineros, etc., etc. etc. – Que Bachelet nunca se tomó la molestia de denunciar como sí hizo con Venezuela- la que logró llegar a este punto, incluso con el intento por parte del gobierno de aplazar la votación en el tiempo, apostando al desgaste y tomando la pandemia como excusa a tal fin .
Ahora viene lo más difícil: superar la negación y trabajar en una propuesta superadora. En este sentido, la elección de los miembros de la Asamblea Constituyente es una cuestión clave. Será difícil mantener la unidad luego del primer paso. Los proyectos en disputa de los que se opusieron a la Constitución pinochetista, saldrán a la luz. Sus distintos intereses quedarán, de manera más o menos directa, a la vista. También los proyectos de la minoría dominante.
En este sentido, es importante destacar dos aspectos: en primer lugar, que la movilización es indispensable para la continuidad de este proceso político y su desarrollo con una orientación progresiva. En segundo lugar, saber que son las reglas de la burguesía, son los “dueños de la pelota”. La capacidad de adaptación del régimen político de Chile y su estabilidad, sin dudas ha sido puesta a prueba como pocas veces en los últimos años y ha demostrado una notable flexibilidad, proporcional a la dureza de la represión . Lejos estuvo de colapsar, desplomarse o caer.
Podemos agregar a lo hasta aquí mencionado que las reformas no son “buenas ni malas” en sí mismas. Que una reforma, sea de la Constitución de un país o de cualquier otra Ley, no es progresivo ni regresivo en sí mismo. Debemos dejar de lado los esencialismos para entender la realidad que queremos modificar. Ningún proceso socio-político posee una esencia per se. Incluso puede modificarse radicalmente sus características. Estos, al igual que las personas, son en su contexto y el contexto es dinámico, se encuentra siempre en movimiento. En este sentido, basta con tomar como ejemplo lo ocurrido en Venezuela durante el chavismo y en la Argentina en el gobierno de Menem. Dos modificaciones de la Constitución Nacional de cada país, uno con un gran nivel de movilización, el otro modificado desde arriba. Los resultados negativos, quedan a la vista más allá de lo legislado y el contexto en que se lo hizo. La realidad, lo material, no obedece a lo escrito por asambleístas.
Y a partir de lo expuesto, no es necesario más que unos renglones para darse cuenta que los planteos de la izquierda realmente existente en nuestro país -independientemente del personaje farsesco que sea el encargado casi ocasional de llevarlas a conocimiento público- es absurdo. Si en un proceso de masas como está ocurriendo en Chile, hay grandes chances de que termine mal o perder, su planteo en abstracto deja al desnudo su incapacidad de una caracterización más o menos sería de la realidad material concreta en la que intentamos sobrevivir y, también, modificar. Además de asumir la incapacidad de hacerlo.
El Estado no es más que la cristalización de las relaciones de fuerza entre las clases fundamentales y sus fracciones, así también como la forma que toma. El Estado capitalista es la forma institucional de darse la dominación de una clase sobre la otra. No lo olvidemos nunca.
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