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LA COSA SANA, LO QUE LE GUSTA A LA GENTE




No tenemos por qué pedirles disculpas a los objetivistas de siempre. En circunstancias como estas, nos permitimos relajar la arandela del goce y dejamos fluir el entusiasmo fútil que nos despierta esta fenoménica un tanto vintage que aflora en parte importante del Sahel, una de las regiones más pobres del continente más pobre del mundo.


Morochos enfierrados con retórica antiimperialista, flojos de papeles y con inciertas intenciones, concitan de repente la atención mediática y el debate público de un occidente impávido que suele enterarse de lo que acontece por esas latitudes muy de vez en cuando y de manera invariablemente fragmentaria, parcial, sesgada.


Entonces aparecen estos jóvenes oficiales que retoman la tradición pintoresca de sus antecesores de mediados del siglo XX – Khaddafi, Sankara, Lumumba, Agostino Netto, Mandela o el propio Nasser, etc- y, echando mano de la violencia armada, hacen crujir los resabios coloniales que, lejos de ser rasgos secundarios de la conformación de aquellos proto-estados, continúan siendo parte constitutiva y determinante de la desgraciada vida de millones de personas.


Que así como nacen, mueren; hambreadas, expuestas a las mil y un desgracias que el mundo contemporáneo registra: sequías extremas, guerras atávicas en las que los mismos actores se reformulan, se hibridan y recomponen; hambre endémico; inundaciones cuando pasa la sequía. Y así. Un ciclo sin fin. Como en el Rey León, justamente.


Entonces poco importa, realmente, lo que anida en los meandros de la objetividad: nuestras vísceras trasnochadas, bien comidas, nuestros cerebros afiebrados y nuestros corazones zonzos se entusiasman cuando ven actitudes contestatarias para con la escoria imperialista que se pasea a sus anchas en plan “esto era todo monte…” mientras continúa con el saqueo de recursos naturales. Minerales raros, sobre todo.



Y ahí es donde aparece lo de Níger como línea roja. Según datos de Euratom, la Comunidad Europea de la Energía Atómica, el uranio nigerino sigue representando una cuarta parte de las importaciones para las centrales nucleares de Europa. Gran parte del cual consume Francia, cuya matriz energética se compone de energía nuclear en un 70 %.


Entonces, dejaron pasar Mali, Chad, Burkina Faso, Guinea…de todos esos lugarejos tuvieron que rajar entre 2020 y el corriente año. De un modo u otro. Tanto tropas como civiles como, sobre todo, gobiernos títeres. De todos lados se llevan algo, por supuesto. Siempre. Los contratos siguen vigentes…y sin contrato ni qué decir.


Por caso, las tropas francesas abandonaron Mali el año pasado. Habían ido a combatir a los grupos yihaddistas y terminaron financiándolos: no sea cosa que se agote la excusa que los llevó hasta allá: contratos. Imagínense que los soldados franceses apostados en aquellos páramos deben ser más Mbappés que Griezmans. Lo de siempre, bah. A tal retirada le sucedieron, cual efecto dominó, sendos traspiés de diversa tersura en los otros proto-estados que mencionamos en el párrafo anterior.


Pero, apretados por la cuestión energética y de cara a lo que constituye una prolongación indefinida de la guerra en Ucrania -donde, además, se están rifando los fierros sin solución de continuidad-, no se pueden permitir sucumbir ante disparadas inflacionarias, crisis de abastecimiento y todo lo aquello a lo que estamos acostumbrados los barats del Tercer Mundo. No hace ni dos meses, les explotaron los morochos internos a los galos: ténganse presentes las profusas y espesas masturbaciones de nuestra izquierda al son de “¡sigamos el camino de la juventud francesa!”



De ahí que gran parte del público se haya enterado, de súbito y entre risas, que además de Nigeria en los mundiales, existe también Níger. Es porque se les corta el chorro a esta caravana de chorros.


En su presente eterno, Europa puede haberse vuelto fofa, medicada, bovina. Como en las novelitas de verano esas de Houllebecq, que escandalizan a las tías y generan debates con carita de circunstancia en las birrerías de Palermo.


Llamada a retomar la posta de la conducción del andamiaje continental tras la retirada de Merkel, la ex metrópoli combina los pasitos lujuriosos del cancherito cornudo que la gobierna con agachadas memorables para con cualquiera de sus pares en el marco de una comparsa occidental que ya se perdió por los callejones de su carnaval de decadencia.


Macron y sus amigotes son, además de responsables directos del recurrente desastre africano, culpables de enviar al pueblo ucraniano a una carnicería espantosa, al grito de “¡animémonos y vayan!”


FIERRODIPLOMACIA


La flamígera diplomacia rusa, en tanto, irrigó las estepas subsaharianas con muchachones del Grupo Wagner. Con inicio en el despedazamiento de Libia, hace por lo menos diez años que la contratista amiga de Putin viene prestando servicio de seguridad privada a los proto-estados de las diversas extensiones del África devastada. Tal vez esto explique que Prighozin no se haya tropezado con un tecito de polonio en el mes y pico transcurrido desde su berrinche armado en el frente ucraniano.



A esto ha sucedido una creciente relación de proximidad con los ejércitos del continente, que importa precisamente de Rusia un 40 % de la ingente cantidad de armas que circulan por allá. Vale resaltar que eso es lo registrado; osea que debe ser más fácil, en algunos lugares, conseguir una Kalashnikov que un cartón de leche.


Deben haber sido bastante certeros los servicios de inteligencia rusos como para identificar, fortalecer, formar y tirar a la cancha a los grupejos militares con ensoñaciones patrióticas, de esos que suelen aparecer a lo largo y ancho de latitudes tan ultrajadas. Los ciento y pico de años de sometimiento occidental sostenido han hecho el resto, por supuesto.


Todo el minué cierra con Putin dándole voz a Traoré, un pibito que se viste como Sankara, mandarín interino en Burkina Faso, para que lance una diatriba antiimperialista re gede en el marco de un encuentro en el que se consagraban acuerdos militares entre la belicosa Madre Rusia y unos 40 (cuarenta) de aquellos proto-estados cuyas élites enclenques anteponen los fierros al morfi.


A esto se añaden unos 20 acuerdos-marco para el desarrollo de energía atómica con investigación y know how ruso, vía RosAtom, acuerdos por grano y comida en general y cooperación colorida.


Un recordatorio, de canto, para una China omnipresente en África: todo indica que, allí donde haya infraestructura medianamente decente, ha sido mediante financiamiento y fomento chino. Lógicamente, los herederos de Mao no están por el sanguche y la gaseosa. Recursos naturales hay a rolete.


Lo cierto, palmario e incontestable es que el bloque occidental retrocede.


DISTOPÍA SUBSAHARIANA


Al momento de cerrar este despacho, se van prefigurando dos frentes de entidades estatales que se dirigen a un posible choque bélico que puede resultar inconmensurable en lo que refiere a su impacto mundial.


Juntas: Niger, Burkina Faso, Mali, Guinea y cierta sugerente declaración de Argelia conformarían la versión distópica del bloque antiimperialista. En tanto que la denominada ECOWAS formaría con Nigeria, Senegal Costa de Marfil y Benin dispuestos a aportar carne a cañones siempre hambrientos portando la casaca de sus majestades patéticas.


Y entonces, volviendo al principio, es que este filme clase B en que se ha convertido la geopolítica contemporánea nos regala una remake grotesca de la escena favorita de la peli que nos aprendimos durante el siglo pasado: morochos enfierrados, la cosa sana, lo que le gusta a la gente.


Ya sabemos, señores objetivistas, que no es más que un capricho dantesco del sujeto; que ninguno de los actores en danza constituye per sé un vector que se quiera progresivo. Que las necesidades del Capital piri pipí. Pero si su pareja se fue a ver “Barbie” la semana pasada y todavía no volvió, imagínese nosotros que seguimos rebobinando “La Batalla de Argel” y alternamos con “Mad Max”.






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