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Sobre la lucha del SUTNA y la rueda del conflicto social


Asamblea de los trabajadores de SUTNA


Sería obvio iniciar esta reflexión remarcando que el conflicto entre los trabajadores del neumático y la burguesía del sector es un conflicto donde se juega algo más que unos puntos porcentuales de aumento en la paritaria.

Pero vivimos una época donde decir y explicar lo obvio es necesario, o más bien apremiante.


Lo que hay detrás del conflicto que hace 6 meses enfrenta al SUTNA y a las empresas Pirelli, Bridgestone y Fate es una pequeña batalla hegemónica, pero, ¿Qué es la hegemonía? En lo que nos ocupa es, en primer término, la capacidad para articular un dispositivo mediante el cual se lleva a cabo la construcción del sentido común de época: y en la construcción de ese sentido común de época los campos no están previamente delimitados. De allí que, por caso, un pequeño sector hegemónico como es la burguesía se lanza a la lucha diaria por conformar ese sentido común que logra hacer pasar la defensa de sus intereses económicos -en este caso una fuerza de trabajo barata y disciplinada- como el bienestar del conjunto de la sociedad.


Es decir: "si a las empresas Pirelli, Bridgestone y Fate les va bien, nos va bien a todos". Pero no todo es puro consenso, no: el revés de trama de aquella afirmación es una amenaza latente: "si nos va mal, cerramos la fábrica y nos vamos", ergo, nos va mal a todos.


Esa amenaza es más potente que 100.000 guardias de infantería listos para reprimir. Porque este es el poder de la burguesía: la extorsión económica a quienes solo tienen su fuerza de trabajo para negociar. En esta palanca fundamental, cuyo monopolio revalida a diario, se apoya todo el andamiaje que permite articular aquel sentido común que mencionábamos más arriba y avanzar en la construcción de hegemonía.

Cuando vemos ese coro de pelotudos vociferando en todos los medios de propaganda (TN, Crónica TV, A24, Canal 13, América, Telefé, etc) que "no hay obreros", que "son los mejores pagos", que "el bloqueo es ilegal"; que "le cuesta al país tantos millones de pesos" -siempre en el reparto de las mishiaduras la cosa deja de ser individual y pasa a ser colectiva, y ahí se reparte la perdida-;o "que “Bridgestone se va del país"; que "culpa de la huelga se pierden puestos de trabajo", etc. estamos frente a la construcción diaria de la iniciativa, que necesita delimitar campos; ellos y nosotros.


Ellos: los sindicatos y sindicalistas corruptos; nosotros: los argentinos que no tenemos neumáticos y los pagamos caros; la gente de bien -sin distinguir jamás entre laburantes y explotadores- obreros y burgueses que vivimos extorsionados por los sindicalistas.


Y ahí se encuentra el punto de quiebre de este conflicto pues a través de instituciones intermedias cómo son la radio, programas de tv, podcasts, redes sociales, diputados opositores como Espert y Bullrich pero también las muy oficialistas y “compañeras” instituciones como los ministerios de Trabajo y Economía, con declaraciones de Sergio Tomas Massa, la burguesía construye el discurso que muestra a los obreros del Neumático como unos exagerados. Los cuales hacen acciones desmedidas y violentas. Acciones que evidencian que la grieta no es tal como la venden y los puntos de encuentro son significativos entre las opciones electorales del menú. Incluso algunos de sus referentes y amigos son intercambiables, para el caso, Massa y Larreta, ampliando así los alcances del partido del orden que tanto redito da a la burguesía y sus representantes políticos.


En esta euforia pro burguesa que a diario despliegan los medios y se reproduce en redes sociales mediante memes y comentarios, entre palabras y conceptos cuidadosamente elegidos se construye el enemigo.


Y el enemigo siempre es el obrero, el pobre.


¿Entonces en qué consiste la hegemonía? Escuetamente, para no abrumar: es la combinación articulada de consenso y violencia. Consenso con potenciales aliados, violencia con los enemigos. Por supuesto, esto no es estático; no es una fórmula. Se revalida a diario, se disputa, y se relanzan y desplazan equilibrios incluso mientras el músculo duerme y la pasión descansa.


Es la dirección política y cultural de un segmento sobre sus potenciales aliados.


Es lograr dividir a los enemigos, fraccionarlos, neutralizar a una parte y anular a otra; enfrentarse con el resto y que el enemigo principal quede aislado y ganar para el propio campo la mayor cantidad de aliados posibles de entre aquellos que se encuentran, aparentemente, en el medio: aquellos a quienes habitualmente se señala, en lenguaje mediático, como los rehenes.


Pero ¿Es importante este conflicto? ¿Es el conflicto final? Es importante, igual que todos, aunque, y permítasenos aclararlo, específicamente en este se juega algo más de cara a un futuro lleno de explotación y ajuste con protagonismo estelar de un sinfín de forrazos floreándose en programas de televisión de mala muerte. O jugándola de influencers; lo mismo da.


Si es una victoria puede ser un faro, una luz en la oscuridad que se introduce como un virus en la cabeza y corazón de esos millones de Argentinos que todas las mañanas van al templo que envejece los corazones.


Pero si pierde...si pierde una vez más...el peligro que se corre es que el ajuste se lleve puesta las pocas intenciones a rebelarse que se observan, afianzando así una sepulcral pasividad que evidencia un resignado apoyo de masas. Que destroce las voluntades de resistencia y que la noche se nos venga encima –otra vez- con una derrota como bandera.


La pregunta que nos hacemos como Cloäca de la izquierda Argentina es la siguiente ¿Si este conflicto está en manos de la izquierda y parece junto a su escalada tomar una dimensión desmedidamente mediática, por qué no se convoca, según marcan nuestras mejores tradiciones, a conformar comités de apoyo y solidaridad obrera? ¿Por qué no se va a la negociación con la granada sobre la mesa? ¿Por qué no volver de este conflicto económico una amenaza de lucha insurreccional contra el programa de ajuste en marcha? ¿Por qué?

Bueno, obvio: no da la nafta. Pero precisamente es ahí donde la cadena de preguntas no hace sino remontarse hacia atrás en el tiempo, porque no se ha llegado aquí desde la nada ni por suerte ni por casualidad. Hay un rico y generoso entramado de voluntades que son los hombros de gigantes sobre los que se paran los trabajadores del neumático, en este caso, para dar esta batalla que marca el tono de lo determinante.


El tiempo apremia, las circunstancias se demuestran adversas. No hay que dudar ni por un segundo de expresar pública y estruendosamente nuestro apoyo, solidaridad y cooperación activa en todo a cuanto esté a nuestro alcance para torcer el brazo enemigo y traer para este lado la bandera de la victoria. Parcial, sí; acotada, acaso pequeña. Pero determinante en perspectiva.


Tan determinante como no esquivar las preguntas, las discusiones, los balances. De lo contrario, somos siempre el que se queja porque el rival también juega. Y sí, juega de local, con árbitro y público a favor. Y si no ganamos, aunque sea una vez y jugando feo, ellos seguirán controlando la maquinita que genera y habilita preguntas, discusiones y balances. Las que les convienen a ellos, por supuesto. Y así gira la rueda.

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