Dimes y diretes desde el salón de juegos del tercer subsuelo en el que conviven el intento de magnicidio, el jopo soplado y el blindaje del ajuste.
No pasaron tantos días -o quizás demasiados- desde la ocurrencia de un hecho que, aunque para muchos haya sido previsible, no deja de sorprender. Cayendo a un nuevo subsuelo y con el diario del lunes es fácil ser videntes y, tomándonos de tal o cual crítica o análisis anterior, argumentar que ocurrió algo obvio.
Lógicamente, un intento de magnicidio reviste gravedad en sí mismo, así hubiera sido vicepresidente cualquier Pingolo. Pero sucede que, en este caso, quien ocupa transitoriamente el cargo es también la figura con mayor relevancia dentro de la descompuesta fauna política local. Guste o no, Cristina no es cualquier Pingolo. Sería en balde explayarse al respecto.[1]
Decir que son malas las condiciones sociales y materiales en las que se vive es rebajar el jugo crítico: ni que hablar de cómo impacta esto en el ánimo, las relaciones sociales en su aspecto más banal y cotidiano y la psiquis de cada persona. No obstante, tomándonos de la historia, un atentado a una figura política de tal calibre es, por lo menos, sorpresivo…aunque garpe más decir otra cosa.
Con el agua corrida tras el paso de los días se aprecia que un grupo de descompuestos sociales humilló a una gelatinosa seguridad y le sopló el jopo a La Jefa con un arma calibre 32. Pormenores al margen sobre las balas, la recámara, los copos de nieve y la mar en coche.
El atentado a la vida de La Jefa desató previsibles reacciones de apoyo y movilización significativa permitiendo que, por ejemplo, los sindicatos toquen una vez más la calle, pero sin traer ninguna conquista para los que dicen representar.
Feriado mediante, celebrado por conmovidos y rechazado por incrédulos, una serie infinita de elucubraciones precipitó en un enchastre de pegajoso engrudo con pormenores dignos de un caso Coppola devaluado, que irán a parar al engordado cajón de las incógnitas de la historia argentina. Justito debajo de la AMIA, el corchazo del fiscal, Río Tercero y el muy mundano caso de Norita Dalmaso.
La mención del recordado enchastre noventoso no es casual, dado el talante y catadura de los pokemones desclasados que este disparate para-político ha puesto a desfilar.
No se necesita ser un cráneo para comenzar a deducir patrones en común con cualquier opereta orquestada por el también devaluado submundo lumpen en que campan a sus anchas los servicios de inteligencia, tanto activos como pasados a disponibilidad. No se necesita ningún Goebbels para manipular a un puñado de adultos aniñados con marcadas tendencias disociativas, más permeables a TikTok e Instagram que a “Mi Lucha” o, ni digamos ya, el último Lugones.[2]
En este punto es necesario gritar hasta el hartazgo que no puede hablarse de amenaza fascista en ciernes; sí, en todo caso, de voluntades fascistoides dispersas, atomizadas e inconexas. Por lo demás, completamente normales en un marco de descomposición creciente. Descomposición y derretimiento de subjetividades colectivas y tejido social en general que opera, en paralelo, con un afianzamiento ya casi definitivo del entramado institucional que sobre ello se monta. [3]
Que los también dispersos puñados de voluntades tendencialmente revolucionarias, referenciadas en el cada vez más difuso ideario izquierdista vean en la irrupción de estos personajes un espejo que devuelve una imagen desagradable –obviando nuevamente un necesario autoexamen: hay referentes de izquierda que no tienen nada que envidiarle al paparulo que apretó el gatillo- no otorga ningún asidero a las tesis que la autopercibida izquierda vernácula enarbola para justificar que se quieren sentar a comer a la mesa de los chicos en la cada vez más austera Navidad kirchnerista.
A cuál más, a cuál menos, todos los grupos de izquierda con relevancia y alcance nacional miran con anhelo los saladitos que comen en el Instituto Patria. Y eso es todo. Lógicamente, esto es también parte del problema.
Volviendo a la mesa de los grandes: el efecto del atentando también cambió el eje de la discusión cotidiana de un gobierno politraumatizado que, sumando errores no forzados, había hecho de la lona su lugar habitual.
Hace pocos más de dos meses se iba Guzmán, asumía Batakis, se disparaba una vez más el dólar y la inflación, comportamientos atribuidos a las expresiones de los mercados. Un ratito después llegaba Massa: el que tiene ganas, jugador de las corporaciones, de los mercados, de los empresarios y de los intereses foráneos. El gobierno girando inexorablemente en el vacío parecía encontrar, con una demora de más de dos años, un poco de orden y un lindo sapo para que se trague el progresismo.
Faltaba mística, cohesión identitaria y un motivo común, motivo simbólico. Claro: no hablemos de mejorar la calidad de vida, porque con el Cuco recurrente de la derecha del otro lado se puede vivir a polenta…esa es la idea.
Entonces llegó el juicio a La Jefa y se logró una reincorporación de la lona en tiempo record, pegando con moco a los funcionarios rentados del Fatto de Todes, sumando apoyos y un grito común: “Si la tocan a Cristina…” y así, encolumnados en el show de las vallas en Juncal y Uruguay, llegó la solidificación del moco luego de que un personaje digno del próximo Gran Hermano gatillara contra la vicepresidenta. Cabe colegir que no solo demostraron que se podía tocarla sino, fundamentalmente, mostrar que podrían hacer algo mucho más trascendente.
Huelga decir que la crisis económica sigue en el mismo lugar, el salario se derrite minuto a minuto y el ajuste de Sergio va viento en popa.
El hit de la temporada que musicaliza el ajuste repite, en loop “la democracia está en peligro; ojo con el odio…culoculoculo”
Una democracia a puertas cerradas y manejada por Twitter a la que no se le movió un pelo en sus estructuras ya que ningún poder dejó de funcionar. Los mercados no “hablaron” y el dólar no se disparó: los tickets para la gira de Massa por Estados Unidos ya estaban emitidos.
Y, con un país supuestamente en jaque, lo que siguió creciendo fue la cantidad de pobres que solo pueden pensar en el plato del día, y capaz en el vinito; empeorando la salud y la educación; dificultando el día a día de los discapacitados; aumentando los servicios básicos y profundizando la miseria.
Esta es la democracia existente: la que estuvo en peligro y la que se defiende, y en el letargo de la descomposición se gesta un comprensible enojo que, parece, tampoco se puede manifestar. La democracia es el nido de un personal político que se encuentra a años luz de las necesidades materiales de un pueblo al que necesitan manso; que a cada paso buscan disciplinar, simbólica o coercitivamente para que, en una de esas, terminemos aplaudiendo el ajuste y resistiendo el hambre mientras los privilegiados son siempre los mismos pocos.
Si algo estuvo en peligro, fue la posibilidad de La Jefa de presentarse a una futura contienda electoral y que sus votantes la elijan a ella o a quien ella designe. Ese designio seudo providencial es lo que se estuvieron rifando sus cuadrazos durante estos casi tres años de aventura cachivache al mando del Estado nacional. Sobre lo primero manifestamos sorpresa, no dudas.
Hoy La Jefa unifica, abroquela bajo su manto purpúreo a un peronismo que, para cumplir su rol histórico en esta etapa debe, necesariamente, ir en contra de los intereses materiales de sus votantes. Y que tampoco la puede superar en tanto conductora. Y eso que, manejando, compite con Chano. Nos detendremos sobre esto último en una próxima entrega.
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[1] Casualmente o no, veníamos trabajando en torno a la aparente ausencia de una referencia unívoca en lo relativo al ordenamiento institucional del partido del orden. Un vacío que advertíamos tan llamativo como riesgoso no solamente para la agenda de gobierno sino, fundamentalmente, para sus sometidos: nosotros, los laburantes. Dese el gusto, asómese a los Momento Vermú: https://lacloacawebzine.wixsite.com/misitio/all-news/categories/momento-verm%C3%BA
[2] La película polaca “Hater” (2020) ilustra sobre algunos aspectos típicos de esta operatoria que pueden advertirse, de lejos, entre los pokemones de los copitos. Y más de cerca también hay ejemplos. No viene al caso ampliar en este acápite. La película puede verse en Nefli y acá encontramos una reseña bastante justa: https://www.micropsiacine.com/2020/07/estrenos-online-critica-de-hater-de-jan-komasa-netflix/
[3] Recomendamos la lectura de la intervención de Rolando Astarita del 08/09/2022. No sorprende que aporte buen tino y sensatez un intelectual que se encuentra por fuera del bochinche ensordecedor típico de los mantras que se repiten en los tappers orgánico-partidarios: https://rolandoastarita.blog/2022/09/08/la-tesis-fascismo-en-ascenso-en-argentina/#respond Concomitantemente, quien quiera indagar en la existencia real y tangible de organizaciones fascistas, puede empezar por acá: https://www.nuevasoberania.com/ Personajes como el shooteador paparulo no perduran en organizaciones de este tipo.
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