
En otra de sus ya clásicas jornadas de propaganda armada, la abyecta Bull$hit se encargó de sumar otro peldaño a la escalera al Inframundo al que nos conduce la banda criminal que integra. La caravana disolvente que encabeza el gobierno aceleró desde que estalló el escándalo del emprendimiento cripto con el que se mandaron la travesura de estafar a troche y moche, a nivel global.
Desde entonces apilan embestidas contra las ya decrépitas instituciones que no educan ni curan ni alimentan, montan provocaciones grotescas de a mil por día y en todas caemos. Medio porque no nos queda otra; medio porque nadie encuentra sosiego en ningún aspecto de la vida cotidiana; otro poco porque lo que abunda es la impotencia, recortada sobre un fondo de abulia y, por qué no, cinismo. Nos gobierna Twitter, por más raro que suene. El programa es sencillo: hambre y represión. Morite o te mato. Y si no te morís, por lo menos cállate. Quietito ahí.

En definitiva, quienes ayer hicimos nuestra parte en el show de Pato podremos acordar en algunas cositas:
1- En un primer pantallazo, se notaba otra energía; no estábamos frente a otra marchita festilindo como las de la comunidad universitaria o las diversidades sexogenitales de colores. Tampoco era otra sosa marcha de aparato; esos desfiles inocuos. El ánimo era otro: había cierta alegría, sí, pero también había ánimo de combate; había bronca y había, también, miedo. De a ratos se sentía como ir a la cancha antes, cuando iban los visitantes. Esto nos hace sospechar que la celeridad con que el operativo se desplegó se debía a que seguía llegando y llegando gente; gente suelta, como decimos los que acostumbramos marchar encolumnados. Era un bramido de dignidad que venía expandiéndose, viral y genuino.
2- La efectividad del operativo en su primer objetivo tiene que hacernos reflexionar, necesariamente, de manera urgente, sobre la necesidad de incorporar elementos del repertorio reciente de pueblos hermanos: empecemos a hablar con los chilenos, los colombianos...no somos los mejores del mundo en métodos de protesta. Sí somos muy tenaces cuando la válvula se abre: eso se reflejó en los cacerolazos que inundaron las esquinas neurálgicas de la capital durante la noche, confluyendo un buen número de personas manifestándose en la Rosada hasta entrada la madrugada. Nótese que esta coreografía también es conocida- a lo mejor hay que cambiar de pasos, en algún momento. Acá no sermoneamos ni prescribimos. Amén.
3- Tenemos la obligación de hacer, del referido bramido de dignidad en medio de una noche de abulia y cinismo, un coro insoportable dispuesto a combatir por todos los medios a nuestro alcance. Hay que buscarle la vuelta al asunto; no nos queda otra y estamos solos. Solos. Ni cabe repasar uno por uno a la cáfila de hijos de puta que nos depositaron acá, y que están dejando hacer. Es evidente que el experimento disolvente tiene, además del apoyo cerrado de las diversas fracciones del bloque dominante, la anuencia del elenco politiquero de burdel desvencijado que no hace sino darle una y otra vez la razón a Milei: todos tienen precio y son cada vez más baratos.
4- BARRABRAVAS SOMOS TODOS: no se dejen correr con esa pelotudez o, en todo caso, redoblemos la convocatoria para el miércoles próximo, así pueden ver y tocar a un barrabrava de cerca. Un jubilado, a lo mejor. Lo que prefieran. Respecto de este tema, seremos escuetos: había, puede ser, algunos muchachones típicamente organizados en barras de sus clubes, sí. Pocos, además. No se imaginan lo que hubiera sido ayer si, efectivamente, se partía de una coordinación efectiva entre barras de clubes. Del ascenso y de primera. Cualquiera con un poco de roce, cancha y calle, sabe que una barra se ve en acto: es un agregado humano altamente organizado, un caos disciplinado que se mueve de manera compacta. Lo de ayer no fue eso ni remotamente, pero fíjense qué loco: si combinamos esas ínfulas nuevas que parecen despuntar, por ahora dispersas e inorgánicas, con organización y método, a lo mejor podemos devolver más que una piña. A lo mejor tengamos bastante que aprender de las barras. Para pensarlo...
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