Niño prodigio detectado en tiempo y forma, y consecuentemente sobrestimulado, de algún modo se encargó de devolver esa sobrecarga de estímuos y exigencias; de desparramarlos y poner a prueba el medio en el cual eligió desenvolverse desde que pudo, precisamente, elegir.
No es cualquier cosa, no: elegir el Rock como vector desde sus propios albores en un país tercermundista en el cual solía producirse, precisamente con algún dejo de extrañeza, cultura popular de vanguardia. Eso y no otra cosa fue el primigenio Rock argentino; no es casualidad que cueste encontrar un movimiento similar en países hermanos.
A esa virginal cancha salió Sui Géneris en 1969: dúo emblemático de la canción reposada, vector del hippisimo vernáculo incubado en nada más y nada menos que un instituto educativo de raigambre militar. Toda una flor de loto creciendo en el barro gris al que pretendieron reducir, siempre sin éxito, a generaciones de jóvenes en aquél país que no es el nuestro; fue el de nuestros padres.
Promediando la década siguiente, el tipo se actualizó de un plumazo y tradujo al lenguaje urbano de una Buenos Aires siempre convulsa, tamizando por el tango y otros ritmos latinos al refulgente Rock Progresivo que se curtía en la meca británica. La Máquina de Hacer Pájaros, superbanda de avanzada, suena fresca al día de hoy: "qué se puede hacer salvo ver películas" es, acaso, una pregunta retórica que, de semblanza baladí, sintetiza profundamente el hastío y la condena de vivir ostraciados en el propio medio: la calle, la cultura en general, eran cosa prohibida y juzgada peligrosa; no quedaba otra que lanzarse a una muerte segura o encerrarse a deprimirse -y a veces ni con eso se estaba a salvo en el imperio de los chacales.
Serú Girán sería la decantación casi natural de aquél experimento vibrante; la maduración y pulimiento de las aristas arrebatadas de su anterior creación. Verdadera superbanda, también, logró nuevamente engarzar cultura de masas y contemplación de lo bello, lo superior y lo sublime.
No es pavada; no es cualquier cosa. No. Si algo tienen las vanguardias es, precisamente, eso: llegan primero y comparten al resto de los mortales aquel secreto, esa verdadera revelación alquímica a la que se llega, en el arte sobre todo, de manera experimental. Al día de hoy cuesta entender que una agrupación musical tan excelsa y refinada como Serú Girán haya ligado con el pulso popular de manera tan vasta. Estamos ante algo realmente extraordinario de lo que pocos se han ocupado, a la fecha, de la manera que el fenómeno amerita. Sencillamente, la trayectoria de este primer Charly, previo a su etapa solista, no es algo que podamos describir como "normal".
Salta a los furibundos ´80 y abraza la naciente democracia, de nuevo, como un adelantado: todo lo que se venía sintetizando -y este vocablo no es utilizado de manera inocente- en las grandes usinas de la música urbana occidental, Charly lo vuelca en una tríada digna del mejor Bowie: Yendo de la cama al living (1982)
Clics modernos (1983) y Piano bar (1984) se suceden uno tras otro como trompadas que no dan descanso. Un mismo concepto pasado por diferentes tamices; todo un caleidoscopio que sintetiza una diversidad de sonidos, texturas, estados de ánimo y una poesía incandescente. Cualquiera que se aventure a prestar la oreja a semejante despliegue de talento y quede inerme o no acuse recibo de todo lo que allí se sugiere, dice o evoca, no es que tenga un problema. Todo lo contrario: probablemente esté muerto; esto es, problemas no tiene más.
Su meteórica carrera solista se consolida con una serie de trabajos siempre vibrantes en los cuales no cesa de sumar artistas a su caravana. Una de sus características salientes, y sobre la que poco se habla en general, es precisamente esa: el tipo ha sido padrino de artistas durante toda su trayectoria. Nunca disminuyó a sus laderos sino todo lo contrario: los potenció a un nivel tal que bien podríamos sugerir que se indague en una verdadera Escuela García, cuyos graduados con honores podríamos comenzar a citar pero no viene al caso en este momento. Si no lo sabe, guglee, busque. Se va a sorprender de la cantidad y diversidad de músicos que surgieron y se potenciaron bajo su siempre inquieto escrutinio.
En todo sentido, seguir a Charly nunca fue fácil, motivo por el cual sus múltiples laderos merecen un sentido y sincero reconocimiento. Se trata de personas con talento musical, las más de las veces pero, sobre todo, hay que tener cierto talento en lo específicamente humano para seguirle los berretines y ocurrencias a un genio. Porque Charly García, señoras y señores, es y ha sido toda su vida un genio. No hay exageración ni adulación en esto que aquí se dice.
Los ´90 le depararon algún que otro sobresalto y su estrella se dibujaba en el firmamento menemista entrelazada con ese tufillo farandulero trash que todo lo inundaba. Charly no se perdió ni un segundo de todo aquello y, como correspondía, siempre sin callarse nada, también se dio la libertad de reírse; de la mofa. Para consigo mismo, para con su publico, para con un establishment en franca e impúdica decadencia. Reflejo de esto son sus producciones de entonces, de entre las cuales El Aguante (1998) es todo un símbolo: es un García que, consiciente, parece decir: "poco importa qué se grabe, qué se diga y cómo; ustedes me quieren decadente y escandaloso...muy bien: aquí tienen".
Por si todo esto fuera poco, en apariciones cada vez más espaciadas y con su salud a cuestas, continúa abriéndose camino al día de hoy; y siempre experimentando. Vaya uno a saber con qué aparato inventado por él andará jugando por estos días. Jodido, avejentado y todo, ya anunció un nuevo disco en ciernes.
Charly García es, como él mismo ha definido acaso involuntariamente, parte de la religión. No se comprende la urbanidad específicamente argentina sin pasarla por el prisma contenido en los ojos de Charly que, en sinestésica y cautivante operación, nos devuelve en forma de sonidos inasibles una totalidad densa, compleja y de irresistible gustito pop.
Sencillamente, la cultura popular argentina de la segunda mitad del siglo XX no puede ser abordada sin prestar atención a la trayectoria de este verdadero mutante. Reiteramos, pues, fijemos conceptos: genio, excepción, vanguardia.
Hemos tenido la suerte de criarnos al amparo de la obra de García y Maradona en un país que no hace sino doler. Siempre agridulce, nuestra Argentina. De ahí, justamente, nuestros genios.
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