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Los tigres de Malasia, de Emilio Salgari



Salgari (1862-1911) era un periodista y escritor italiano representante de una literatura de un momento histórico donde Europa estaba viva y tenía pasión. Donde se reproducía a su imagen y semejanza en cualquier rincón del mundo. Siempre hablando de una otredad: los piratas de Malasia, la selva negra de la India, las Antillas, el desierto de EEUU, etc.  Casi lo opuesto a la Europa actual: un vejestorio sin luz, sin espíritu y sin razón. Otro patio trasero. Europa no existe más.


El pirata Sandokan es el personaje principal de la novela escrita en 1896 (previamente salía en folletines). Éste era un antiguo príncipe de Borneo al cual los ingleses le sacan el trono por miedo a su poder. Esto lo hacen con la ayuda de antiguos enemigos del protagonista (ya en esta época se refuta la leyenda rosa, aún reproducida al día de hoy por ciertos sectores). Como además de esto se tomaron la molestia de asesinar a toda su familia, armó su lugar en el mundo en Momopracem y prometió venganza.


Todo sigue este lindo y lineal camino hasta que un día Yañez, portugués amigo y pirata de Sandokan le informa de “La Perla de Labuán”, llamada lady Mariana Guillonk. Una mujer blanca y rubia, de una belleza deslumbrante a la cual decide ir a ver. Como es de esperar, un amor romántico e irresistible surge entre ellos, que posiblemente, se puede confundir con la calentura de ver por primera vez una mujer occidental y por parte de la piccolina, a un negro con olor a cítrico local. Los opuestos se atraen, capitulo mil y que después desarrollará Disney para las futuras generaciones.


Todo esto escrito de un modo sencillo, entre grandes batallas con la cimitarra, praos y corbetas. Actos llenos de coraje por los protagonistas tanto en el mar como en la tierra, en los palacios de la burgue o en las chozas de los dayakes.



Es interesante como desde quien reproduce la lógica colonizador-colonizado en su literatura, cultura imperante en aquellos años y con cierta vigencia hasta la actualidad, plantea como “piratas” a los autóctonos que andan en barco en un territorio compuesto por islas y no a quienes solo van a explotar los recursos naturales y la mano de obra. La naturalización del europeo del colonialismo, de las personas con sangre azul y la búsqueda de conquistar los mares y océanos que plasma el libro, tiene como personaje principal a alguien que padeció lo recién escrito e incluso lo enfrenta. En relación a esto, Cipayo debe ser una de las mejores palabras del idioma castellano. Su contundente definición, le entregan una fuerza en su entonación y desprecio que la desbordan. Que exceden la gramática.


Para finalizar, es interesante mencionar que pese a publicar 130 cuentos y 85 novelas la situación económica y social de Salgari no era buena. Como así tampoco su salud y la de su esposa.  El autor se quita la vida al estilo harakiri. Al lector curioso y con sed de conocimiento, se le recomienda buscar la carta a sus editores con vigencia hasta el día de hoy.


Gran libro de aventuras. Un clásico.


Le otorgo 4/5 Gamarras

 



Los tigres de Malasia (fragmento)


“En la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán azotaba a Mompracem, isla salvaje de siniestra fama, guarida de temibles piratas situada en el mar de la Malasia, a pocos centenares de kilómetros de las costas occidentales de Borneo.


Empujadas por un viento irresistible, corrían por el cielo negras masas de nubes que de cuando en cuando dejaban caer furiosos aguaceros, y el bramido de las olas se confundía con el ensordecedor ruido de los truenos.


Ni en las cabañas alineadas al fondo de la bahía, ni en las fortificaciones que la defendían, ni en los barcos anclados al otro lado de la escollera, ni en los bosques se distinguía luz alguna. Sólo en la cima de una roca elevadísima, cortada a pique sobre el mar, brillaban dos ventanas intensamente iluminadas.


¿Quién, a pesar de la tempestad, velaba en la isla de los sanguinarios piratas? En un verdadero laberinto de trincheras hundidas, cerca de las cuales se veían armas quebradas y huesos humanos, se alzaba una amplia y sólida construcción, sobre la cual ondeaba una gran bandera roja con una cabeza de tigre en el centro.


Una de las habitaciones estaba iluminada. En medio de ella había una mesa de ébano con botellas y vasos del cristal más puro; en las esquinas, grandes vitrinas medio rotas, repletas de anillos, brazaletes de oro, medallones, preciosos objetos sagrados, perlas, esmeraldas, rubíes y diamantes que brillaban como soles bajo los rayos de una lámpara dorada que colgaba del techo. En indescriptible confusión, se veían obras de pintores famosos, carabinas indias, sables, cimitarras, puñales y pistolas.


Sentado en una poltrona coja había un hombre. Era de alta estatura, musculoso, de facciones enérgicas de extraña belleza. Sobre los hombros le caían los largos cabellos negros y una barba oscura enmarcaba su rostro de color ligeramente bronceado. Tenía la frente amplia, un par de cejas enormes, boca pequeña y ojos muy negros, que obligaban a bajar la vista a quienquiera los mirase.


De pronto echó hacia atrás sus cabellos, se aseguró en la cabeza el turbante adornado con un espléndido diamante, y se levantó con una mirada tétrica y amenazadora”.






















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