Manué… qué pena que nadie nos fusile el alma

lacloacawebzine
hace 14 horas
3 Min. de lectura

Somos parte de una generación que va a ver partir a algunos de los músicos más influyentes de la historia; hay que ir acostumbrándose a esa idea, por más dura que sea.

Uno se siente un poco — bastante— huérfano cuando se despierta con la noticia de que se ha apagado la voz de Robe Iniesta. Se calló el poeta, el que podía describirte en una canción antes de que vos siquiera supieras que eso que pasaba por tu mente y tu corazón podía ponerse en palabras. Se calló el cantor… y calló la vida para muchos de nosotros.

Muchísimos homenajes en redes de grandes músicos de España y del mundo lo recuerdan como el poeta malhumorado que a partir de 1987 cambió la historia del rock ibérico. El Robe nos invitaba a volar aun con las alas destrozadas, en un mundo podrido que posiblemente no tuviéramos posibilidad de cambiar. Nos enseñó que la rabia era un sentimiento más que válido en este mundo ya destruido, y que el amor es caótico y doloroso pero que aun así merece la pena ser vivido. Que sentir fuerte y gritar desde lo más hondo del alma también es resistencia. Que cuanto más utópicos sean nuestros sueños, mejor resulta, y que es preferible volar, amar y ensanchar el alma porque aun —a pesar de todo— quedan cosas bellas por contemplar.

Arráncate a cantar y dame algún motivo / para decirle al sol que sigo estando

vivo / El desánimo que no puede conmigo / el destino que no juegue conmigo / Hay

un brillo mágico que alumbra mi camino (...)

Extremoduro fue el lugar seguro de muchos de nosotros, donde encontramos el amor incondicional que no le sobra al mundo; el sostén mental donde reposar juntos y salvar nuestras almas, abrazados entre la dulzura y la guarrada, entre la poesía y el punk. Porque hay artistas que te expanden y engrandecen tu alma. Porque el Robe era un tipo que te invitaba a ser quien de verdad sos ante un mundo lleno de guiones preconfigurados: con tus roturas, tus desvaríos, tus sombras y tus luces; todas podían convivir en vos, porque todas podían hacer del mundo un lugar más habitable o un poco menos doloroso. Porque si no sos vos, ¿quién? Si no es aquí, ¿dónde? Porque si no es ahora, ¿cuándo?

Ya no habrá canciones como las tuyas; no existirán más poesías que abracen al corazón cuando quiere salirse del cuerpo como un vómito incontenible. No existirán más princesas hablándole a la luna y nos quedaremos en este maldito bar, cansado de despedidas y con la terquedad de no querer despedirte nunca, para no morir en el intento.