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Me llora el nene

Actualizado: 15 feb 2022


“Los peronistas somos como los gatos. Cuando nos oyen gritar, creen que nos estamos peleando pero, en realidad, nos estamos reproduciendo”.[1]


Ciertamente, lloró el nene. Que de nene no tiene nada. El ya cuarentón Máximo Kirchner agitó la mesa, sin patear el tablero, el pasado 1 de febrero, después de un enero movidito. Como para sumar un capítulo a la novelita desdoblada.


Se desdobla así: los empujones y escandaletes del tongo por arriba mientras la 1 de la ANSES toma un drink en el Caribe mexicano y Cerruti intenta vibrar alto para caretear lo incareteable en riguroso formato 678 demodé; por abajo, miseria, incertidumbre y, con suerte, vacaciones. Gasoleras: sanguchito, paté, Brahma tibia. Un asado por todo lujo. Ya ir a un restaurante te emparda con De Mendiguren; se sabe.


El Fatto de Todes, forjado en un manotazo táctico de la jefa y cuyo único objetivo era ganar las elecciones de 2019 aprovechando la impericia del gandul de Macri y su barra de hijos de, sirvió como todo movimiento táctico: para un fin inmediato; asequible; próximo. Como no hay táctica sin estrategia, ante el primer escollo entró en corto, como vemos.


Lógicamente, no puede subestimarse el impacto de la pandemia, pero se tiene la sospecha de que ese armado, pegado con el moco de la necesidad de mojar el pancito, no hubiera funcionado mucho mejor sin pandemia.


Incluso no resulta descabellado pensar que hubiera funcionado todavía peor, toda vez que se vieron forzados a coordinar, aunque sea para las cámaras y por un ratito, un puñado de acciones en pos de aunque mas no sea mantener algo del halo humanitario del que gustan alardear mientras meten al creciente pobrerío en bolsones de estricto y propio control, como han hecho desde que dieron en parir esta encarnación del dispositivo burgués por excelencia que han dado en llamar, propios y extraños, “kirchnerismo”.


Un constructo que se nutre, fundamentalmente, de la culpa pequebú de los grandes centros urbanos y el hambre, abandono y desesperación de los pobres de los mismos espacios geográficos. Bien visto, el fatto se retroalimenta: el progre de Starbucks disfruta genuinamente comer un chori cada tanto con los cumpas del territorio: total, después uno recala en Caballito y el otro, en el kilómetro setentayculo de Ruta 3.


Retomando a la una, sobre la relación entre táctica y estrategia: es muy notorio cómo, en este desesperante dumping de significantes –que se verifica a nivel mundial-, también las más elementales nociones han caído por su propio peso. Cabe colegir entonces que también táctica y estrategia han trocado su sentido particular en este siglo del gran reviente.


Porque siguen habiendo epistemólogos freelance que elogian las cualidades de estrategia de la doña. Y no. Precisamente, no. Si analizamos con detenimiento la trayectoria de la madre del nene como jefa, líder, conductora, del Fatto –unificado éste o en la diáspora- es un compendio de espasmos tácticos sin estrategia que otorgue sentido. Zafar, siempre zafar. Eso sí, tira lindos caños, sombreritos; alguna gambeta y quiebre de cintura. Golazos mete, digamos todo. Pero de estrategia, poco y nada. Es más Ortega que Riquelme, la jefa. Ampliamos cuando pique algún incauto.


Retomando a las dos, sobre el desplante del nene: digamos que el oprobio de la merca envenenada eclipsó por un tiempo ese capitulito de la novela. El desdoblamiento que mencionábamos más arriba se entrelaza en cuanto a la superficialidad con que emergen sus distintos componentes: la trama alterna puteríos de Palacio con lo abyecto de la zanja. Casi como en un culebrón colombiano. Valga la redundancia.


El muchachito refunfuñando en torno al acuerdo con el FMI es un paso predecible, que se recorta sobre una coreografía que, aunque un tanto osada en lo superficial, poco ofrece en lo que hace a la pulpa.


Como replicando ese frenesí táctico sin templanza estratégica: no hace falta abundar en ejemplos concretos; está lleno y lo repiten desde que asumieron en 2019. Es lo mismo que sucede con los culebrones, en definitiva: todos sabemos cómo va a ser la trama, pero está bien logrado el thrill entre episodio y episodio.


Lógicamente, no faltan por derecha y por izquierda los precoces de siempre: vaticinan rupturas, se hacen los rulos, llaman a luchar los morenistas sempiternos que calientan bancas, pero donan sueldos y por eso son mejores mientras se enchastran imaginando al kirchnerismo marchando con ellos para finalmente heredar sus bases (¡¿?!); se retuercen en su perfidia los adláteres periodísticos de la banda de Pasión de Gavilanes…


Lo cierto es que el guion parece, al final del día, bastante clásico: la frase del General que encabeza esta intervención lo grafica de manera bastante elocuente; mientras Berni se prodiga agravios con Anibaúl en un tango también remanido, siguen metiéndose veneno por la napia, como todos los días, miles de pibes y pibas en prácticamente todo el territorio nacional.



El #hastagtilingo viene a colación de que, back in 2017, luego de las refriegas con las fuerzas represivas del Estado que trajo consigo la enésima reforma hecha para arruinar aún más a nuestros jubilados -y que cierta militancia insiste en reivindicar como gesta heroica coronada por la enésima derrota digna-, el kirchnerismo salió con todo a jugar con esa línea, que penetró, como tantas otras veces, en la cabecita rectangular de nuestras izquierdas así como sin vaselina. Porque si va Justa, va Celina.


Y es que poco hay que devanarse los sesos para advertir que tanto cacareo muestra un esbozo de lo que puede ser, si los tumbos del cocoliche no son muy abruptos, otro trazo de estrategia de chiripa; otro amontonamiento de espasmos tácticos que se ordenan por el peso de la noche.


A saber: que la jefa, que sabe que el peronismo realmente existente –gobernadores, intendentes, la CGT, los movimientos sociales- no se la fuman ni rebajada, habilite unas PASO por demás atractivas entre ella o su emisario designado y lo que arrimen Alberte, Massa y toda esa otra comparsa que la detesta, pero saben que tiene los votos.


Y no los votos de esa mera progresía terracera de las grandes urbes: concedámosle a la doña un dejo interesante de genuino cariño popular, que bien supo acaparar durante sus años de esplendor. Como dicen ellos mismos: el piso es alto pero el techo no está muy lejos. Y unas PASO 2023 en las cuales se enfrente la jefa o su delegado contra cualquier espantapájaros, dejaría a la coalición gobernante no muy lejos de engordarse, aun teniendo en cuenta el estropicio de gobierno que están haciendo, cerca del número mágico del 40 %, lo cual es un montón habida cuenta de lo antedicho.


Sumando elementos, el cachivache guitarrero va y se junta, después de usufructuar la escupidera yanqui para ablandar al FMI, en gira kitsch, con los dos malos del barrio que señala el dueño de la escupidera: en un solo revoleo se sienta en el pinocho de Putin y de la pantagruélica China Comunista.


Como si tuviera el Estado Argentino, independientemente de quién gobierne, el peso específico y grosor peneano necesarios para pendular; ese movimiento que, precisamente, bien ensayaba el General. Que de grosor peneano sabía bastante. Propio y ajeno, porque cuando hubo que felar, feló. De nuevo, ampliamos si pica algún gil. Como si no supiera cuanto jefe de Estado lo recibe que está atendiendo a un ludópata rifado; sin crédito.


Por otro lado, y complementando lo antedicho, no es menor el despelote que tienen allá en el campamento de los hijos de: mucho jefe y poca tropa ¿Repasamos? Larreta, Macri, Vidal, Lusteau, Manes, Morales, Bullrich…y si seguimos contando aparece uno nuevo. Sin obviar que tienen que resolver qué hacen con sus propios troskos: Milei y Espert.


Y hablando de troskos, para cerrar: cabe aventurar que, como Olimpo de Bahía Blanca, vuelvan por su cauce hasta nuevo aviso. Si se diera el escenario anteriormente descripto y habida cuenta de la rotunda incongruencia de la que han hecho, antes que falta, un mérito, todo indica que volverían a arañar sus misérrimos porcentajes pichuleros sin mover el amperímetro de absolutamente nadie. Eso sí: felices de ser parte de la componenda. Ni siquiera se les puede enjuiciar moralmente. Ya dan pena y nuestra clase no sólo se merece, sino que, fundamentalmente, necesita, otra cosa.


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[1] Archiconocida frase del gran conductor. Si el autor no recuerda mal, aparece en uno de esos videos que filmaba Pino Solanas y le calentaban la cabeza al piberío –la generación de los padres del escriba- para que se hagan matar por la gloria incandescente del viejo, su regreso al poder y posterior aniquilamiento, echando mano del remanido somatén. Si no sabe qué es un somatén, puede Ud googlear. La Triple A, bah.

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