“El primer vaso corresponde a la sed; el segundo a la alegría; el tercero al placer; el cuarto a la insensatez”,
Apuleyo
Hace pocos días, se cumplieron veinte años del lanzamiento de Momo Sampler, noveno y último disco de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota [1].
Fue presentado en noviembre del 2000 y en vivo en el histórico estadio Centenario de Montevideo, el 22 y 23 de abril de 2001. No casualmente, juega con sonidos típicos del carnaval en su versión uruguaya. El estilo murguero y los tambores, se hacen escuchar en algunos temas, como también en las que fueron las bandas soporte (Tribu Mandril y Zevelé) e, incluso, en el nombre del disco y de tres temas.
Sin embargo, la concepción del disco parte de la fiesta de carnaval de los poderosos de aquellos años. De su impostura, donde las mayorías, al igual que hoy, quedaban afuera y muy lejos. El carnaval como exceso, sin límites y sin consecuencias. Las máscaras y el disfraz, para tapar las identidades, para liberar el pecado. La alegría sin fin.
El disco tiene un sonido distinto a los primeros pero que ya se podía notar en su antecesor, Último Bondi, consolidándose el cambio de paradigma. Se trabajó en el estudio un año y medio y comenzó, escuchando viejos vinilos y Cds, de distintos lugares, tiempos y estilos. Esto da como resultado que no se sabe de dónde provienen los sonidos con los cuales, se trabajó en primer lugar, sirviendo de base para Skay y El Indio. También la utilización de computadoras, instrumentos electrónicos y samplers le otorgan características muy particulares en relación a su propia historia. Experimentar, esa era la consigna. Se la da lugar a la búsqueda, a un sonido nuevo. En este sentido, no es casual que el disco no tenga ficha técnica. También es importante destacar que, lo grabaron por separado -cuestión que no era nueva- y la participación del resto de los músicos fue menor que en los discos anteriores.
El resultado es un disco menos oscuro, pero no por eso menos trágico, buscando reflejar un clima de época. Son once temas y una duración total de 47 minutos. Posee grandes canciones, como “La Murga de los Renegados”- Sonido tecno y gran aporte del Flaco- “Murga de la Virgencita” -la miseria y la prostitución como manera de ganar el mango-, “Pool, Averna y Papusa” - sonido similar a los orígenes- “Sheriff “- oda a la coerción- “Una Piba con la Remera de Greenpeace...” - uno de los temas para difundir el disco.
Una historia interesante dentro de esta historia, es la del arte del disco. Realizado por Rocambole, responsable de crear la imagen de la banda desde sus inicios (él fue el que hizo las ya históricas imágenes, entre tantas, de Oktubre con las banderas rojas y las cadenas y de la calavera de Luzbelito). Además, el modo artesanal en cómo se lo trabajo, es impensado para estas épocas. Después de barajar varias ideas, el artista se decidió por el medallón-escapulario de Momo, hechos de plomo y antimonio, utilizando viejas máquinas de imprentas. Se realizaron, en sesiones maratónicas de trabajo, 250 mil unidades que originalmente pesaba 55 gramos cada una, pero hubo que bajarlo, mediante el pulido, a 38gr. Además, cada tema venía en una especie de carta, con su dibujo y letra correspondiente. Éstos, solo fueron para la primera edición. La segunda, ya no contaría con estos detalles.
De algún modo, puede decirse, se adelantaron a la época de discos truchos y de la digitalización, ya sea pirata o no, de las obras musicales en general. Por entonces ya estaba la temática Napster, que terminaría años después con la Ley Sopa y esta nueva forma de resguardar el derecho intelectual con el surgimiento de varias plataformas pagas (Spotify, YouTube, Netflix, etc.) Se trata de conservar el carácter de objeto de deseo del objeto-disco. Algo que, por lo demás, Skay y El Indio continuaron, a su manera, en cada una de sus ediciones solistas posteriores a la disolución de la banda. Todas vienen con un packaging muy cuidado: comprarte el disco no es lo mismo que bajarlo o escucharlo on-line.
Es interesante cómo, desde la banda, se planteaba una totalidad entre el sonido, las letras y las imágenes. La experiencia artística-cultural multisensorial que proponían en sus inicios resulta más rica e interesante que la cultura ricotera que conocimos posteriormente. Se buscaba entender al arte como algo no fragmentado. Con la masividad, y lo que ésta implica, hay un desplazamiento de esa multisensorialidad: se pasó de la puesta artística de diversas disciplinas configurando una experiencia de determinado tipo a darle lugar a "las bandas", similar al “aguante” en el ámbito del fútbol, intentando disputar el protagonismo al hecho artístico. Para conocer un poco el origen de estas ideas en particular, hay que retrotraerse al inicio, incluso a los años pre-redondos, en la ciudad de La Plata y a La Cofradía de la Flor Solar, en los años 70s y su contexto.
Esta banda sin dudas es una de las más importantes del rock argentino o, directamente, la más importante. Su nacimiento en el under de los 80, le otorgó características de esa época que aún se pueden rastrear en los distintos caminos que tomaron sus integrantes (como también en algunos de sus primeros seguidores). Esto se debe a que el under lo relacionamos directamente con un sótano sucio y oscuro, pero no era solo eso. Ser parte de ese mundo implicaba ser parte de lo contracultural, tener un accionar contra-hegemónico y luchar contra el sentido común establecido. Incluso para algunos sectores, implicaba intentar romper con la mercantilización de la cultura por parte del mercado (cuestión imposible sin romper con la mercantilización de la vida). Este hacer era consecuencia de los posicionamientos políticos, en sentido amplio en algunos casos y en sentido más concreto en otros, que tenían los artistas de aquellos años. Sean correctos o no, le imprimían su color a la obra. Tampoco podemos dejar de lado como afecto a esta generación el retorno a la democracia burguesa y sus nuevas libertades como también el HIV y el consumo de cocaína.
En la actualidad, el under existente posee otras características, lo cual no implica que no haya buenas expresiones artísticas dando vueltas. Sin embargo, su despolitización se nota tanto en los artistas como en sus obras. Al igual que la influencia de las discográficas y las redes sociales, dando, entre otros resultados, la estandarización del consumo cultural. Ni hablar de la disminución de los lugares donde se puede tocar, exponer y los cronogramas rígidos impuestos tanto por el estado (en sus distintos niveles) como por las empresas. En esta época, el arte, se consume. No se crea[2].
Por último, más allá del quiebre entre sus dos referentes, de generaciones huérfanas de sus recitales, nada indicaría su vuelta a los escenarios. No solo por tener en cuenta su edad y la pandemia, el sonido distinto de sus discos solistas, los vicios, el desgaste de tantos años y Mr Parkinson. Tampoco por el cierre de una etapa personal y artística –que justo ocurrió unos pocos días antes del 19 y 20 de diciembre del 2001-, con sus multitudes y sus desbordes, los Walter y vaya uno a saber cuántas cosas más. Además, no hay que olvidarse que la ruptura “oficial”, que tomó un triste carácter mediático, fue por el vil metal (“y la guita es miel”) y grabaciones que aparecen al poco tiempo y con mala calidad en internet. Por eso, para despedirnos, y sin entrar en el debate de la diferencia entre el artista y su obra, mucho menos aún entre el artista y su hacer político, tomamos las sabias palabras de Semilla Bucciarelli, “si Patricio Rey tuviera piernas, los cagaria a patadas en el culo”[3].
NOTAS:
[1] Momo Sampler (2000) - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - Disco completo
https://www.youtube.com/watch?v=I_4s9lzW7_Q
[2] Excede esta nota, pero sin dudas es necesario el análisis de la cultura porteña y el pos Cromañón y, más temprano que tarde, la pos pandemia.
[3] Se recomienda leer:
https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/redondos-momo-sampler-20-ultimo-disco-nid2494630
Comments