Nicolino Locche es uno de los boxeadores más importantes, algunos dicen el más, de la historia de nuestro país.
Campeón del Mundo y de visitante. En el lejano Japón, contra el hawaiano-japones Fuji. La Pelea se llevó adelante en el Kuramae Sumo y, como su nombre lo indica, el escenario no estaba preparado para el boxeo sino para aquel extraño deporte.
Estaba tan tranquilo, tan seguro de sí mismo que, durante la sesión de masajes previo a la pelea, se quedó dormido. Lo tuvieron que despertar para que salga a pelear.
Fuji abandonó al terminar el 9no round; no se podía levantar de su esquina. El árbitro estadounidense se acercó a ver cuál era su estado y no le quedó otra que terminar la pelea y levantar el brazo de Nicolino en el centro del ring. Comienza la leyenda, era el 12 de diciembre de 1968.
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Nació el 2 de septiembre de 1939 en Tunuyán, Mendoza. Era el sexto hijo de inmigrantes italianos, Doña Nicolina Di Vendittis y Don Felipe Locche, que llegaron al país escapándose del salvajismo de las guerras europeas. Llegaron buscando un lugar donde vivir, donde poder trabajar. El padre fallece a los pocos años y es su madre quien lleva adelante su crianza. Las anécdotas sobre su comportamiento son varias. Pelas con sus vecinos y en la escuela, a montones. Hasta la directora llamó a su madre para comentarle el mal comportamiento del pequeño Nicolino. En ese momento, se produce el quiebre: una relación que durará toda la vida. La madre, desesperada, lo lleva al gimnasio de Francisco “Paco” Bermúdez; le comenta sobre su comportamiento, le pide que le enseñe a boxear y le dice que también fuma. Apenas tenía 9 años.
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Como amateur tuvo 122 peleas, con solo 5 derrotas. Era campeón provincial y de Cuyo. Como bien sabemos, Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires. Para los boxeadores, en aquellos años, más precisamente en Bouchard y Corrientes. En el mítico Luna Park, de Juan Carlos “Tito” Lectoure. Esto le permitió ser campeón nacional el 8 de diciembre de 1965 contra Hugo Rambaldi (dos veces olímpico y con medalla de bronce en Tokio 60) y campeón sudamericano al vencer por puntos al brasileño Sebastiao Nascimento el 29 de junio de 1963. A la gloria se llega peldaño a peldaño.
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Le decían “El Intocable” por su gran capacidad para esquivar los golpes. “El arte de no pegar sin dejarse pegar”, según Félix Daniel Frascara. Una gran velocidad, una cintura envidiable y una cabeza fuerte. Se les acercaba a sus rivales, pero éstos no podían tocarlo. Un método defensivo único, que costó que sea aceptado por el público y los empresarios del pugilismo, pero que nunca dejaba la estética de lado. Había convertido el boxeo en un arte.
A su paso chaplinesco hay que sumarle su carisma. Sus saludos y risas al público, a los periodistas y a las damas. Llenaba el Luna Park: 20.000 personas siempre. Se cortaban las calles pares que puedan servir de estacionamiento, se llenaban los restaurantes, se vendían todas las gaseosas. "Total esta noche, minga de yirar, si hoy pelea Locche en el Luna Park”, decía el tango de Chico Navarro. Nicolino era fiesta; Nicolino era show garantizado.
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El 10 de marzo de 1972, en Panamá, contra Frazer, perdió su título por puntos. Ya había defendido en cinco oportunidades su corona, pero el cansancio, la falta de entrenamiento, de disciplina y su adicción al cigarrillo, le pasaban factura. El talento estaba intacto, pero ya no era suficiente.
Anunció su retiro pero su mala situación económica lo hizo volver. Su última pelea fue en el hotel Llao Llao contra el chileno Ortiz, el 7 de agosto de 1976.
Durante su carrera, disputó 136 peleas, con un récord de 117 Ganadas (14 Knockouts), 4 Derrotas, 14 Empates, 1 Sin decisión.
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Su retiro lo vivió en su provincia natal, lejos del lujo que tuvo en su época dorada. Vivía en una pequeña casa, con parte de su familia, gracias a un pequeño sueldo municipal que un correligionario le había otorgado.
Ingresó al Hall de la Fama del Boxeo, Nueva York, en 2003. Le dieron una réplica de su cinturón de campeón.
Falleció el 7 de septiembre de 2005. Nunca pudo nockear al cigarrillo. Il coure le dijo basta.
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Toco el cielo con los puños.
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