
El ventilador no para de dar vueltas y el no tener nada para hacer lo enloquece. El reloj sigue girando y él acostado, sin tener motivo para salir de la cama. Ella esta está igual, con el camisón y las mismas lágrimas de todas las mañanas.
No es que no tiene ganas de ir a trabajar, de ir a la oficina o que tenga fiaca. Mucho menos es que sea un vago. No es cansancio ni aburrimiento. Es no tener a donde ir, el encontrarse casi sin escapatoria.
No es que no quiere bañarse, ponerse la corbata y la camisa, bajar por el ascensor y tomarse el colectivo. Ese colectivo lleno, en el que van todos apretados camino al centro.
No es que quiere hacer el amor un lunes por la mañana o leer el diario o hacer un baño de inmersión. No es que quiere tomar un café tranquilo.
No es porque el crudo invierno no le guste o porque tenga sarampión o paperas. No es porque le guste la bolsa de agua caliente. Ni por ser un obsesionado por su apariencia y necesite tiempo para mirarse al espejo.
No es que se quiere quedarse acostado como un bacán, que se quiere quedar rascándose o no tiene ganas de afeitarse. No es que quiere quedarse leyendo revistas o tomando mate.
No es que quiera ser médico, albañil, vendedor de helados, bañero, catador, marinero, periodista, recordman, cerrajero o viajante.
No es fiebre o falta de valores o de cultura del trabajo o que no le gusten las condiciones de laburo. Mucho menos el que no haya visto a su padre ir a trabajar todas las mañanas.
No es que no quiera ayudar a su madre o no piense en los gastos de la casa o en su porvenir.
No es que quiera almorzar en la cama, en camiseta, o faltar un lunes y conocer cómo es su cara ese día.
No es que quiere apagar el despertador y taparse bien con la frazada y seguir durmiendo.
No es que piense en qué es lo que más le gustaría hacer. No es que le quiera enseñar a bailar a un compañero o que se quiera quedarse jugando a los pistoleros como cuando era pibe o cantando un tango.
No es que quiera faltar o tenga miedo. O que se haya dado cuenta que el potrero no está más.
No es que quiera quedarse comiendo chocolates y leyendo Batman, Superman, Furia Blanca y Aventuras del Oeste hasta tarde.
No es que quiera aprender a cocinarse. No es que no le gusta lo que hace o que no se haya animado a irse a echar suerte a la provincia.
No es que quiera quedarse en una hamaca paraguaya como si estuviera en el trópico.
No es que quiera pasarse la mañana en el billar o en Parque Lezama o en algún amplio bodegón.
No es que le tenga miedo al buchón y a que lo rajen del trabajo. No es que no se siente parte de la empresa o que no la sienta como un segundo hogar.
No es que no le importe la comunidad o el destino del país. No es que no recuerde cuando en la escuela le enseñaron que “el ocio es la madre de todos los vicios”, “el ahorro es la base de la fortuna”, “en la vida hay oportunidades para todos”, “cualquiera puede abrirse camino por su cuenta” o “el que persevera triunfa”.
No es que no quiera pagar más las cuotas de los electrodomésticos ni tomar un crédito para comprar otros.
No es que quiera quedarse mirando el río o que no sueñe con ganarse la lotería.
No es que sueñe con subir a la torre de los ingleses, ver despegar los aviones en costanera, buscar un trabajo alternativo o poner un banco.
No es que no sea un alienado. Es que no tiene trabajo.


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