Colaboración del Camarada Minini.
Cualquier automovilista perdido con poco conocimiento del barrio de Devoto al ver un supuesto mural en la esquina de Benito Juárez y Pedro Lozano con el nombre “Nogoyá” pensará que está en la calle homónima. Seguramente no sabrá que ese es el nombre que da origen a la obra de teatro que hace referencia a uno de los sucesos más oscuros del sistema penitenciario de nuestro país en toda su historia.
Llegamos temprano con un amigo de la vida (club de barrio, facultad, laburo y anda a saber que otras tantas coincidencias que aún no sabremos). Ese tiempo nos sirvió para entrar en clima, para empezar a vivir la historia desde lo más adentro posible. Dos guardiascárceles nos daban la “bienvenida” y nos hacían pasar a una sala. En ella se pueden ver una maqueta que recrea una de las celdas, material audiovisual de época, libros, cuadros con biografías de los reclusos y notas periodísticas de la época: “Motín de -drogadictos- en Devoto: 60 muertos”, “Israel invade el Líbano” y “Subió la nafta y la luz, en abril el trasporte” (cualquier parecido con la realidad actual es mera coincidencia). A su vez hay dos mujeres que deambulan por las salas. Los presos a lo lejos, detrás de la celda.
A las 21 horas puntualmente los carceleros nos hacen salir a la calle, nos hacen sentir el frío del otoño en Buenos Aires y nos dan paso a la sala, digo, a la celda. “Pasen de a tres”.
No me senté para ver la obra. Quedé incrustado entre la pared y mi amigo. Butacas para dos, pasen y “siéntense de a tres”. Cada tanto alguno de los dos tenía que ir para delante para poder inflar los pulmones y así poder respirar mejor. ¿La realidad de la historia? Pabellón para poco más de 60, con población de más de 160.
La obra juega con los climas. Descomprime cada tanto con una cumbia y el cotorrerio de las vecinas. Pero en la segunda parte la tensión del cuerpo es insoportable. El relato crudo en primera persona de los carceleros, de los sobrevivientes, de los muertos, de la prensa, de la justicia, de los familiares. Los sucesos de aquella jornada van tocándonos uno tras otro. Hay momentos en los que uno se pierde en la línea de tiempo de esas horas. El Indio Solari en “Pabellón Séptimo (relato de Horacio)” un amigo asesinado canta: “¡Me asfixio! ¡Dios! Pienso en mi cara. Se está quemando, ahora, mi cara, ¡Dios! Una explosión. Y los colchones se prenden fuego y nos quemamos vivos”. Aun así, los relatos son más crudos que la poesía ricotera.
(Respiro).
En sí, los personajes están bien personificados (pocos sabes que más de la mitad de los actores tienen menos de 5 años actuando, de todas formas, el profesionalismo como encaran los sucesos es increíble), muy bien la interpretación, la adaptación de la escenografía, la dirección… Hermoso teatro de barrio. Todo a pulmón. Estar en el “Carnero” es como estar en familia. Tomate una copa de vino.
La obra no tendrá demasiada publicidad… Pero en verdad, ¿a qué parte de la sociedad le importara el asesinato de 65 presos en dictadura? Siempre a los presos, los perejiles, los que no tienen voz, los sectores marginales la historia los hizo a un lado. Pagan con su cuerpo los atropellos de una sociedad que les dio, les da y les seguirá dando la espalda.
La obra retrata la mirada estigmatizante, el desprecio dentro de una misma clase social. La pelea constante de pobres contra pobres. El contraste entre Buenos Aires y el interior. Lo injusto de como unos que no aparecen en escena determinan y condenan la vida y la muerte de otros. Hacen que el futuro sea inexorable. Almas en pena, espíritus sin consuelo.
¿Por qué tuvieron que pasar tantos años para que el libro se convirtiera en obra de teatro? Es que quien lo iba a ser sino fuera por un teatro que está apenas a unos metros del penal. En un momento antes de empezar la obra le digo a mi amigo que los sucesos fueron a 5 cuadras del teatro y noto como se le eriza la piel.
Entrar en Nogoyá fue como haber tenido una cita con la historia que recién ahora se va a hacer eco en el presente. Hace unos años la causa cambió de carátula. Desde entonces son crímenes de lesa humanidad, por ende, no proscriben. El 9 de octubre empieza el juicio. 46 años después de lo sucedido. La obra tiene que llegar en cartelera para cuando empiece el juicio. Al ser un teatro de barrio una obra del under, depende en casi su totalidad del boca a boca. Una vez más…
Recién después de charlar en la caminata de una helada Buenos Aires el cuerpo vuelve a dejar de tener la tensión a lo que lo lleva la obra. Maldita sea, el 85 tardó 40 minutos en llegar. Hoy va a costar conciliar el sueño.
Más información en:
@teatrocordero
@nogoyaobra
Pedro Lozano 4707 – Villa Devoto- CABA
Actúan: Alicia Aguilar, Carlos Ariel Amadeo, Miguel Cervera, Carlos González, Ernesto Guridi, Lautaro Liverani, Julián Szmulewicz, Celeste Tepedino
Director: Sebastián Moreno
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Detrás de escena #1:
Horacio Guarany, Coplera del Prisionero: https://www.youtube.com/watch?v=s2JzUeDmem0
Detrás de escena #2:
La verdad es la única realidad
Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la
explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; los recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos
hijos, aquellos gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de
policía cualquiera son parte de la memoria, no suponen
necesariamente el presente, pero pertenecen a
la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo
inmenso cubriendo la Patagonia
porque las masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad,
como la esperanza rescatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la
convalecencia del miedo, ese aire que se resiste a volver
después del peligro como los designios de todo un pueblo que
marcha hacia la victoria o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a
defenderse, a rescatar lo suyo, su realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.
Paco Urondo.
Poema escrito desde la Cárcel de Villa Devoto, en abril de 1973.
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