“¿Pero no se comete una delimitación insultante cuando se llama juego al ajedrez?”
Breve y entretenida novela escrita por el autor austriaco entre 1938 y 1941 en su exilio en Petropolis, Brasil. Publicada, pos mortem, en Buenos Aires en 1942 pero en alemán. Se publica en Europa al año siguiente, en Suecia, ya que el autor estaba prohibido por el nazismo.
Un viaje en barco de Nueva York a Buenos Aires en los ´40. Un campesino semi analfabeto, lento y sumiso. Sin ninguna iniciativa. Poco inteligente y sin capacidad de abstracción. Hijo de un marinero. Campeón mundial de Ajedrez, detalle. Un profesional liberal que viene de familia acomodada. Con negocios importantes con el clero y la monarquía. Perseguido y torturado por la Gestapo. Buscando su lugar en el exilio. Envejecido rápidamente. Lucido hasta la locura.
Un cura, una iglesia perdida en la llanura. Culpa judeo-cristiana. Una escoba. Un sargento y varias partidas. El lugar indicado en el momento indicado. Un pueblo vecino y un barón que pone el dinero.
Un libro. Letras, reglones, oraciones y párrafos. La posibilidad de leer, de pensar y de crear. La posibilidad de ser libre en el encierro. De que pase el tiempo, de romper la rutina y el aislamiento.
Siempre con la mirada fija en las piezas. Repasa una y otra vez las partidas en su tablero personal. Siempre callado. Usaba su gran capacidad exclusivamente para ganar dinero. Acusado de tacaño.
Partidas memorizadas, acelerado y con una herida latente. El subconsciente buscando conquistar la conciencia. El pasado logra hacerse presente y una promesa incumplida.
Tablero con ocho columnas y ocho filas entrecruzadas de color blanco y negro. Cada jugador posee, al iniciar la partida, ocho peones, dos torres, dos caballos, dos alfiles, una reina y un rey. Cada tipo de pieza posee un movimiento especifico, distinto al de las otras.
Ajedrez. Capacidad de pensar, de analizar y de planificar jugadas. Tanto del bando propio como el ajeno. De manejar un ejército.
El tablero y las piezas han ido cambiando su material con el correr del tiempo. Han sido de madera tallada, de piedra, de plástico, de porcelana, de metal e, incluso, de marfil.
El origen del juego es indio. Otros afirman que en persa y chino. El “chaturanga” y el “Xiangqi”, sus antecesores. Difundido en cada conquista. Se ganan territorios y nuevos jugadores.
La eterna discusión entre trabajo manual e intelectual. Que tiene de fondo la discusión sobre las dos clases sociales fundamentales y su deber con la Historia.
A Alekhine, Lasker, Bogoliúbov, Tartakower y Capablanca, nuestro respeto y admiración eterna.
Hasta que los Peones se coman a los reyes.
Hasta el Jaque Mate, ¡Siempre!
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