Olvidate. Y si sos anti, peor. Te va a inundar el tsunami mundialista y no hay adónde ir. Intentá hacer caso omiso y admitile al prójimo esa tonta y necesaria capacidad de estupidizarse durante un mes; un mes cada cuatro años. No es tanto. En rigor, es muy poco. Paciencia. Respirá. Contá hasta mil, jugá al jenga o ponete musiquita para meditación.
Por futboleros que somos, vamos a intentar hacer un seguimiento más o menos periódico de los acontecimientos, habida cuenta de que se trata de un evento de transcendencia global y en el cual se anudan múltiples dimensiones: geopolítica, cultural, deportivo también por supuesto.
Es realmente una kermese de humanidad un campeonato mundial de fútbol. Pretender que la humanidad se despoje, por tanto, de sus contradicciones, miserias y demases amparados en el pretexto del carácter eminentemente deportivo del despliegue es bastante zonzo; e incluso puede decirse que, posando de naíf, oculta muy mal cierta mala leche.
Alberga la cita, como sabemos, un emirato retrógrado con crecientes ambiciones de notoriedad en la palestra geopolítica. Un paisito exportador de gas donde un puñado de jeques despóticos hacen y deshacen a gusto y piaccere y unos dos millones de personas apenas sobreviven.
Esto suscitó el también abrumador y secachota llanto de las noblezas progres del occidente prístino donde rigen los más encumbrados principios y valores democráticos sobre una alfombra de muertos, pobres y sometidos. Gran parte de ellos, migrantes de, justamente, Medio Oriente y África. Sin abundar sobre el particular, porque ya hartó, hemos tenido el desagradable lujo de ver a jetones de la corruptísima Federación Francesa de Fútbol expresar preocupación por el racismo. Franceses hablando de racismo. Caviar, caviar.
Cuestiones llamativas se apilan a diario. Por caso, miles de visitantes de países vecinos se acercan a Qatar a ser parte de la fiesta del fútbol. Muchos árabes y muchos viajeros del subcontinente indio, esa verdadera marea humana de la que poco, muy poco sabemos. Y que se desviven por Messi, por Argentina, por el Diego. El Diegote.
El público, entonces, resulta disonante con aquello que estamos acostumbrados a ver. Los argentinos, por supuesto, ya andan dando la nota. No falla.
Notable, en este sentido, un fenómeno muy particular que se está registrando con periodistas israelíes: Qatar no reconoce al estado sionista, al igual que un buen número de países árabes. Lo cual hizo que tuvieran que hacer excepciones para establecer un puente aéreo a fin de que puedan viajar ciudadanos israelíes. Sucede que los periodistas israelíes ya se han encontrado en reiteradas ocasiones con la negativa inmediata a continuar hablando, e incluso alguna que otra proclama –respetuosa, igualmente- de parte de “ciudadanos de a pie” tanto qataríes como libaneses. Se puede ver en este enlace: https://www.siasat.com/video-arab-fans-refuse-to-speak-to-israeli-news-channels-2462012/amp/
Hay más: Arabia Saudita, rival de la Scaloneta en horas nomás, mantiene con Qatar una tenaz disputa regional hace unos cuantos años, e incluso llegaron a bloquear gran parte del acceso del pequeño emirato al comercio marítimo. Huelga decir que Arabia Saudita es, también, un reino donde rige el fundamentalismo islámico. Pero claro, como suelen andar en buenas migas con EE.UU e Israel, los carniceros de túnica que mataron un periodista y lo trozaron metiéndolo en una valija no suelen tener tan mala prensa como sus primos de enfrente. Qatar, en tanto, presta apoyo financiero y logístico a los hutíes de Yemen, que libran desde hace casi ya una década un conflicto irregular con el reino wahabita de la familia Fahd. Son picantes los muchachos, sí. Que “el mundo libre” se entere, de paso, no es malo en sí mismo. Si total, termina el Mundial y se olvidan de todo. Así son. Se sabe.
Se recomienda este hilo de Twitter para quien quiera ampliar al respecto: https://twitter.com/nachomdeo/status/1594822592522772480?t=OBKsnfOdffkHXTvRNaLnXw&s=08
FUTBOL
Yendo a lo determinante del asunto, la competencia dio inicio ayer domingo con un atendible Qatar-Ecuador. Probo administrador de miserias, el bilardismo sano de Alfaro se impuso sin mayores contratiempos ante un equipo casi amateur. Incluso quedó la sensación de que levantaron la patita: el 2-0 final tuvo gusto a poco. Ordenado, físico, austero y con buen timming, el combinado sudamericano puede ser un animador de esos que sorprenden a unos cuantos.
Completó la primera ronda del grupo A un discreto Senegal-Países Bajos, en el cual el equipo del ya clásico Van Gaal se impuso por 2-0 ante la impávida atención del campeón africano que, sin su estrella Sadio Mané, la va a tener que remar bastante. Tienen con qué, no obstante. Todos sus players brillan en ligas europeas. Países Bajos ostenta toda una nueva camada de pibes que la mueven como siempre, pero más parcos y opacos que los equipazos holandeses de otrora. Se los nota como más pillos, por así decir. Para prestar atención.
El grupo B, nótese, fue hace unos 400 años un friso de posesiones de Su Majestad Británica. Los cuatro países que representan sendos equipos fueron, otrora, dominios imperiales de la corona inglesa. Hoy les queda Gales agarrado con alfileres, apenas. Irán es otra teocracia islámica pero del palo chiíta, incluso son amigotes de la camarilla gobernante qatarí de hoy en día y enemigos de los saudíes. Y de Estados Unidos no cabe agregar demasiado porque son, se sabe, la Roma de nuestro tiempo. O Babilonia. Lo mismo.
Volviendo al fulbo: notable despliegue, orden, presión alta, pierna fuerte y verticalidad obsequió el combinado yanqui. Quién hubiera dicho que los que llaman soccer al deporte más hermoso del mundo le iban a agarrar la mano al asunto. El gol del pibísimo Timothy Weah tuvo una carga épica notable: el jugador del Lille francés es hijo de una leyenda del fútbol de los noventa: el enorme George Weah, delantero letal que animaba al Manchester United multicapeón de Ferguson. El bueno de George jamás pudo disputar una competencia mundial de fútbol: su Liberia natal apenas conforma equipo.
Hoy preside los destinos de su país, el nene se le hizo yanqui y hoy cumplió un sueño familiar con un verdadero golazo ante un cilcotímico Gales que, con el admirable Gareth Bale como bandera, se recompuso en la segunda mitad, consiguiendo a puro corazón un empate por medio de un penal que, como no podía ser de otra manera, convirtió Bale. Genio y figura, convirtió el primer gol de Gales en un Mundial. Inesperado partidazo entre dos equipos que no figuraban a priori en el mapa de calor de ningún jetón de la tele. Esto es la magia de los mundiales, señora.
Inglaterra, por su parte, aplastó al equipo persa. Le embocaron seis goles, uno más lindo que el otro, y comienzan a ratificar y doblar la apuesta: una generación y media, diríamos, de grandes jugadores que se forjaron en la liga más competitiva del mundo. Atenti a la evolución de los súbditos de Su Majestad en el decurso de la competencia.
Cerramos con que mañana a las 07:00 se paraliza el país más lindo del mundo. La manija es total, la ilusión es tremenda. Hay insomnio, hay ansiedad, hay gira interminable; hay desayunar escabio porque es noviembre y hay facturitas y mate, también. Pero lo que no va a haber de ningún modo es indiferencia. Nadie vive impasible un Mundial de fútbol en la patria de Diego y Messi. Si no le gusta, jodasé. Es un mes nomás. Un mes cada cuatro años.
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