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Resumen Mundialista #2



Continuamos, pues. Intentaremos ser lo más escuetos posible. Queda fulbo por mirar. Al cierre de este despacho daba inicio un prometedor España-Costa Rica y se aguardaba por un misterioso Bélgica-Canadá.


El pijazo del camello lo dejamos para el final.


Dicho esto, sacamos del medio:

Los denominadores comunes son la dinámica, la precisión en el trato del balón y los movimientos certeros. Ritmo frenético en prácticamente todos los partidos; aún en los mal jugados. Lo físico no se negocia en esta picadora de carne de alto rendimiento. Después discutimos si nos gusta más la pausa y que la que corra sea la pelota. Estamos intentando un registro más o menos cabal de lo que advertimos a cada momento.


Ayer martes, el campeón del mundo se impuso con holgura frente a un siempre tosco combinado australiano que, si bien embocó primero, se desmoronó por el peso de la noche ante el irrefrenable repertorio que los franchutes tienen ya sistematizado. Sin despeinarse –y sin Kante, Benzema, Nkunku y Pogba, a los que se sumó ahora Hernández- apabulló a los canguros con un despliegue de técnica, dinámica, prestancia física sin igual y fútbol ordenado y funcional. Formar con cuatro delanteros no es para cualquiera y los muchachotes de Deschamps parten con Dembele, Griezmann, Mbappé y Giroud. Este último se mandó dos golones ayer, uno tras asistencia de Killyan, que también sumó uno a su cuenta personal. Importa destacar a este muchachito pues es una verdadera pantera, letal en toda la línea. El mundo espera que ratifique y amplíe su estatus actual. Verdaderamente sorprendente: tiene apenas 23 añitos.


En el otro encuentro del Grupo D, Dinamarca y Túnez no se sacaron diferencias. Compacto el conjunto nórdico, sin demasiado swing pero con orden y funcionamiento. Parco; como el carácter nacional. Ni más ni menos. El arquero tunecino la rompió toda. Heroica performance.


Destacable afluencia de público magrebí. Insistimos en que es toda una experiencia prestar atención a la masividad, euforia y fidelidad del público de aquellos pueblos que tan lejanos nos resultan. Pregúntenles a los argentos que compartieron tribuna con los saudíes si no. No tendrán un cancionero muy elaborado, pero se hacen escuchar. No es poco, señora.


México y Polonia fueron un canto a lo antedicho: ida y vuelta sin demasiada elaboración, toscamente jugado, pero no por ello menos entretenido. La paradoja tremenda de contar con Lewandowski, uno de los mejores centrodelanteros de lo que va de siglo XXI, y plantearse una cerrazón defensiva tan grosera constituye una característica que define casi toda la propuesta polaca. Como señaló el Tata Martino, Polonia tiene una sola manera de jugar. El héroe nacional entregó un penal a las manos de Memo Ochoa, leyenda de los tres palos aztecas que disputa su quinto Mundial, y luego México se impuso en las formas y llegadas con mucha verticalidad y variantes en los últimos metros. Sigue sin aparecer el gol. Esperamos que siga siendo así.


Festejado con módica y vergonzante resignación por el público argento, este empate puede sin embargo ser un engaña pichanga puesto que en este tembladeral de especulaciones en que estamos metidos, el empate amarrete contra Argentina es una enorme tentación para ambos combinados; cuando no, aguantar, encajar uno de chiripa y pasar a cobrar. La cuestión emocional va a ser mucho más influyente en los choques que quedan en el Grupo C.


Marruecos y Croacia por el Grupo F, hoy miércoles a la mañana, ofrecieron otro vibrante bodrio. Mucha dinámica, ida y vuelta feroz, grandes intervenciones del arquero marroquí y poca sutileza. A los bifes sin más. El gran Luca Modric, estandarte croata, no pudo hacer pesar su jerarquía, aunque la misma se adivine en cada intervención. Perisic desdibujado y varias insinuaciones de recambio generacional para el último subcampeón del mundo. Marruecos, al menos hoy, Hakimi y diez más. Con todo, ambos serán rivales de peso, especialmente Croacia que tiene comodín, prestancia y concepto.


Partidazo entre el antiguo eje del mal (Italia, otra vez, ni clasificó): Alemania tuvo un primer tiempo de fútbol champán. La pelota corría por todos lados, triangulaciones, pases al vacío al 3 y monopolio de la posición. Japón, nada. Su mérito fue solo comerse un gol. En el segundo tiempo, elevó su ki con un par de cambios y se pudo quedar con la pelota. Fue tomando las riendas del partido y clavó el empate. Siguió metiendo y clavó el segundo. Alemania, aquel país que tuvo la puerta de entrada a Oriente en su capital, terminó tirando centros. Hasta Neuer fue a cabecear. Japón, aquel país que recibió los dos atentados más grandes de la historia de la humanidad en Hiroshima y Nagasaki, se lleva tres puntazos. Y la Scaloneta ya no es el único gigante vapuleado por la sorpresa.


El pijazo del camello, entonces: puede pasar y mejor que pase ahora. Hay tiempo, condiciones, plantel y trayectorias brillantes que avalan la confianza en que el combinado nacional puede reponerse y elevarse por sobre algunas taras que descubrió de la peor manera en una de las más decepcionantes performances que se le recuerden a Argentina en una cita mundialista. Si bien Arabia Saudita no es un novato en este tipo de citas, es un batacazo fenomenal el que han anotado en el día de ayer y, de nuevo, sorprendió la prestancia física amén de la entrega, compañerismo y concentración con que disputaron el partido de sus vidas. Un homenaje a Bilardo por parte de los hijos del desierto. El arquero fue Fillol y el 9 tuvo un gesto técnico que probablemente jamás haya tenido antes ni vuelva a tener jamás en el momento de anotar el segundo gol, que desplomó sin más a una Scaloneta frustrada, fastidiosa y tan maltratada por el VAR como beneficiada por el mismo: seamos claros, el penal a Paredes no se cobra ni en la liga suiza. El VAR deluxe juega su propio partido.


Dos verdades casi tan viejas como el fútbol:1) los goles que no entran en un arco, entran en el otro; 2) al fútbol, antes de jugarse con los pies, se juega con la cabeza. Y ambas se volvieron a ratificar.


Para seguir con atención, cerrando: se observaron achaques físicos muy notorios en algunos players argentinos –Paredes, Romero, Molina acaso- y alguna que otra patinada conceptual, sobre todo en la transición de mediocampo hacia adelante con los laterales desplegados. Si bien la pared de camellos era ciertamente inexpugnable, se echó en falta cierta creatividad y frescura que, presente en el primer tiempo, se diluyó por completo en el segundo. Destacamos la cuestión física no porque seamos peteros de Simeone sino porque, como se mencionó a lo largo de todo el despacho, es una tendencia unánime que llegó para quedarse. A llorar a la llorería. Hoy con jugar lindo y bien no alcanza. Ni teniendo al mejor del mundo.


El único que parece merecedor de un cuestionamiento por rendimiento es el glamoroso Rodrigo de Paul. Nada que un buen shock de testosterona no solucione.

Hay que creer. Tenemos con qué. Se sabe.


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