Concluida la fase de grupos: pletóricos de emociones y vistosísimos encuentros; empachados de belleza, vértigo y polémicas.
A este respecto, previsiblemente, el ultramega VAR Deluxe que la banda de Infantino decidió estrenar para la cita mundialista se encuentra, por desaguisados varios y cositas medio raras –penales que son en un caso y no en otro, la pelota afuera de Japón contra España, los orsai de rodilla, de napia, de codo, de tobul…- en el ojo de la tormenta.
Comprometiéndonos a abordar el particular en mayor profundidad cuando la ocasión amerite y podamos explayarnos, diremos, lo más escuetamente posible: lo bueno de todo esto es que se empieza a dudar de la infalibilidad de la máquina. Tal vez sea el principio de desandar este camino a la nada que hemos emprendido. Siempre con John Connor, nunca con la máquina.
Fulbo, entonces: la Scaloneta cerró la fase con la muestra de autoridad y peso específico necesaria para encarar lo que sigue con la frescura y confianza necesarias. Acaso el mejor partido jugado por el combinado nacional desde aquella épica final en el Maracaná. Soberbia actuación en todas las líneas: los centrales tuvieron cortito a Lewandowski, el mediocampo fue un ensamble de orquesta tocando Chopin durante los 100 minutos, y la rebeldía y talento potreril del joven maravilla, Juliancito de Calchín, iluminando el cierre con un golazo a la altura de nuestra tradición: 28 toques y gran factura, al ángulo; supera así Argentina su propio récord, establecido en aquél memorable concierto contra Serbia y Montenegro, en 2006, donde llegó otro golazo tras 27 toques, con factura del Cuchu Cambiaso.
Polonia lamentable, miserable y hasta condenable. Directamente especulando con no comerse cinco, la vida y la fortuna premiaron al seleccionado eslavo con un inmerecido pase a octavos. Todo indica que Francia se hará cargo de poner las cosas en su lugar y mandarlos de vuelta rumbo al Vistula. A los nuestros los esperan los aguerridos australianos que, lejos de ser accesibles, son, como bien definió Scaloni, “un equipo con tradición mundialista”. A no relajar, a no confiarse. Dientes apretados y a confiar en la nuestra que, está visto, es la que va.
México, de salida, vuelve a probar que no todo en este mundo es cuantiosos recursos, y los muy dignos saudíes, que supieron amargarnos el inicio –parece que pasó un año- también hacen las valijas, deseándole públicamente suerte a Messi y sus muchachos.
Volviendo a lo de relajarse: sorpresitas hubo a rolete. Hoy viernes Brasil dejó correr a los cameruneses que, con un golazo, opacaron a un scratch que es candidato desde que se sube al avión. En octavos chocarán, presumiblemente con Neymar recuperado, ante una dinámica y desfachatada Corea del Sur que supo amargar, también hoy, al Portugal del inmenso Cristiano por 2 a 1. Francia siguió la tendencia y eligió obsequiarle un triunfo histórico a Túnez. Siempre magnánimos con sus ex colonias, los hijos de Napoléón.
Relajado también Alemania, afuera por más que le encajaron cuatro a los muy dignosticos que cerraron una participación olvidable en cuanto a resultados, pero rescatable en lo profesional. Intentaron competir en el grupo de la muerte, del que se adueñó un intrépido y aguerrido combinado japonés. Casi queda afuera España y todo. Un grupo inaudito que nos tuvo en vilo toda la tarde del jueves. Una definición esquizoide. A España le toca la sorprendente y beligerante Marruecos, que juega de local por solidaridad y empatía árabe. A los Supercampeones los espera la pendenciera y efectiva Croacia.
Las huestes del pequeño gran Luka Modric disputaron uno de los mejores partidos del Mundial frente a una Bélgica que, aún envuelta en el caos, rescató dignidad y prestancia en su última ficha. No le alcanzó y todo indica que Lukkaku está engualichado: perdió más goles que Palermo contra Colombia en aquella Copa América de 1997. Un partidazo, decíamos, que habría que proyectar en divisiones inferiores, por su carácter formativo. Un cero a cero deslumbrante. Así de ilógico, injusto y maravilloso es este deporte. De Bruyne, el mencionado Lukkaku, Mertens, Courtois, Hazard…todos inmensos jugadores belgas que parecen ver pasar su cuarto de hora con magra cosecha. Para destacar una y mil veces el partidazo que hizo el mencionado Modric: el puto amo; el dueño absoluto del equipo y de la cancha. Droopy. En todos lados, Modric. Treinta y siete años. Destino de leyenda.
A Uruguay no le alcanzó con despertarse tarde: se acordaron de jugar recién hoy, se impusieron con dificultad ante una Ghana con la sangre en el ojo que murió con las botas puestas y se llevó consigo a su verdugo de aquél lejano Mundial 2010. Triste pero merecido, boh. Una pena porque es el último destello de una gran generación de futbolistas charrúas. Pero hay recambio en puerta. Eso se entrevió.
Serbia y Suiza se sacaron los ojos en otro verdadero partidazo, con muchísimo condimento por la condición de albano-kosovares de Shaqiri y Xhaka. Odios que resuenan de la tragedia yugoslava. Luctuosa sombra que se despliega sobre el espectáculo deportivo. Veintidós tipos corriendo atrás de una pelota. Ja. Dale. Contate otro. Tres a dos para el combinado helvético que deberá verse las caras con los portugueses sedientos de confirmaciones.
Senegal que cosechó una gran primera fase terminó con el sueño del digno Ecuador de Alfaro, que se fue con la frente en alto. Con Marruecos, los morochos son los únicos representantes de un continente africano que mejoró mucho su performance no tanto en cuanto a resultados sino más bien en las formas. Como decíamos en otro lado, ya no son el detalle exótico; el adorno raro del arbolito de Navidad. Los espera una Inglaterra que se prueba con cada vez más confianza la pilcha de candidato. No va a ser fácil para ninguno de los dos.
Canadá mostró sus limitaciones de casi amateur en sus últimas dos presentaciones; casi que tiraron la toalla, o revolearon la chancleta. No obstante, insistimos: hay esbozos de futuro ahí y no hay que olvidar que serán anfitriones del próximo evento mundialista.
Párrafo aparte merecen sus primos yanquis: como mencionamos, muestran una solidez envidiable; un equipo joven, dinámico y con hambre. Deberán batirse con un también joven aunque opaco combinado holandés en octavos. Si bien de lejos no parece atractivo, es un partido para prestar atención. Le ponemos una ficha a esa probable sorpresita. Ojo ahí.
Si hasta ahora todo fue vértigo y locura, abróchese los cinturones que la montaña rusa se pone más enrevesada a partir de ahora. Restan quince días más de la fiesta deportiva más fastuosa del mundo.
Perdérsela es una elección válida, cada maestrito con su librito; ir en contra y ensayar boicots, por más heroico y autocomplaciente que parezca es, finalmente, zonzo. Cosa de bolastristes; un concepto a desarrollar en otra ocasión.
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