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De viaje por Europa del Este, Gabriel García Márquez

Actualizado: 10 sept 2021


Gabriel Gracia Márquez nació en Aracata, Colombia, en 1928. Escritor de notas periodísticas, cuentos, ensayos, novelas y más. Muchas de sus obras son celebres, como por ejemplo: El amor en tiempos del cólera, El coronel no tiene quien le escriba, Relato de un náufrago, Crónica de una muerte anunciada y, el mundialmente conocido, Cien años de soledad. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1982 “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente” y es una de las máximas figuras literarias de América y del mundo.


Este libro, editado en nuestro país en 2015, no es uno de ellos. Lejos del “realismo mágico”, el relato, de fácil lectura, está lleno de descripciones, ironía y comparaciones. Intenta conocer y explorar un mundo lejano del que no se conocía demasiado. Busca contrarrestar con la propaganda yanqui y anticomunista pero no quiere ser propaganda oficial. Pone el ojo en conocer este nuevo mundo que se estaba construyendo, en la contradicción, en los pequeños detalles y en la mugre para no idealizar. Como bien dice el autor ”Yo no quería conocer una Unión Soviética peinada para recibir una visita”. Buscaba entender como vivía la gente de a pie, para bien y para mal. Son varios los comentarios críticos sobre lo que observaba. Incluso varios de estos, con dureza. Pero también hay que mencionar los comentarios positivos (generalmente no mencionados en las notas periodísticas sobre este libro). En este sentido, pocos años después el autor estaría en la Cuba Revolucionaria y formaría parte de Prensa Latina[1] y tras varios años, forjaría una amistad con Fidel Castro[2], la cual mantuvo hasta su fallecimiento.


El libro es una crónica periodista realizada a mediados de los años ´50. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, comienza la Guerra Fría y la disputa entre dos superpotencias: EEUU y la Unión Soviética. En este mundo bipolar la frontera entre Occidente y Oriente se encontraba en Alemania, más precisamente en Berlín, que había sido dividida al terminar la Segunda Guerra, luego que el Ejército Rojo pudiera ingresar a dicha ciudad y vencer al nazismo.


Con la entrada al Campo Socialista por Berlín y con Moscú como su Capital, el trayecto es realizado en auto y en tren, en un momento en que el turismo no era una de las principales industrias mundiales y en donde no existía ni google maps ni traductores. En apenas 90 días recorre Alemania, Checoslovaquia, Polonia, la URSS y Hungría. Algo así como 2000 km solo de ida. O en realidad, eso es lo que nos quiere hacer creer, ya que Checoslovaquia y Polonia los había recorrido dos años antes. Unificar ambos viajes en una sola historia, lo tomamos como un permiso literario.


Lo primero que debemos mencionar es que no se trata a Europa del Este, al Campo Socialista, como una cuestión homogénea, como un bloque. Cada uno de los países y ciudades que recorre tienen sus particularidades, vinculadas con sus historias y con el reciente fin de la guerra. Por lo cual, ver las diferencias entre cada lugar y las tensiones entre ellos, era sencillo.


Cuando leemos lo escrito sobre Berlín, podemos entender porque considera que es un disparate. Podemos leer el dolor encontrarse con una ciudad partida en dos en un país partido de dos, el autor observa en Alemania las consecuencias de la guerra y de la derrota. El Plan Marshall de un lado y la avenida Stalin del otro.Berlín Occidental no es una ciudad, sino un laboratorio. Los Estados Unidos llevan la batuta”, “Hay calles que parecen trasplantadas en bloque desde Nueva York” y los “turistas norteamericanos (…) aprovechan la oportunidad para comprar en Berlín Occidental artículos importados de EEUU que allí son más baratos que en Nueva York”. “Ningún obrero en ninguna parte del mundo y por un precio irrisorio vive mejor que en la Avenida Stalin. Pero contra los 11.000 privilegiados que allí viven, hay toda una masa amontonada en las buhardillas, que piensa – y lo dice francamente- que con lo que costaron las estatuas, los mármoles, el peluche y los espejos, habría alcanzado para construir decorosamente la ciudad”. La conclusión es tajante: "una monstruosa feria comercial hecha con las muestras gratis de los dos sistemas". En Berlín oriental se pone énfasis en una clase social que hoy parece novedosa: los expropiados. ¿cómo vivían los que perdieron los medios de producción? ¿Cómo se relacionaba el estado con ellos? ¿Dónde estaba el dinero de los burgueses? Pregunta interesante para saber cómo vivían luego de que la relación social capital-trabajo se había modificado.


En Checoslovaquia, el contexto era distinto. No estaba presente la guerra o no, por lo menos, del mismo modo. Campos produciendo y mucha maquinaria agrícola. En Praga había buen clima, buen ambiente. Teatros, bares y distintos espacios recreativos. La situación económica era mejor, gente bien vestida y la callecita de los Alquimistas que mantenía una estética similar hace siglos. “La influencia Soviética es difícil de determinar a pesar que se dice que los gobernantes checos son los más fieles a Moscú. La Estrella Roja está en las locomotoras, en los edificios públicos pero no parece postiza. Nosotros no vimos un solo militar soviético”. Sin embargo “en Checoslovaquia la gente no se interesa mucho por la política. En las otras democracias populares esa es una asfixiante obsesión: no se habla de otra cosa”.


Su próximo destino, fue Varsovia (Polonia), donde nos dice que le pareció que “había estado lloviendo sin tregua durante muchos años” y donde su traductor le dice “que todavía no se puede decir ni siquiera que sea una ciudad” los nazis no dejaron nada en pie. Nos comenta cómo había quedado el Gueto tras visitarlo, como también la situación de pobreza, de la falta de viviendas, la difícil tarea de la reconstrucción y la tensión con la URSS en ese sentido. Había una excepción: “las librerías, que son los establecimientos más modernos, más lujosos, limpios y concurridos. Varsovia está llena de libros y sus precios son escandalosamente bajos. Un autor muy cotizado es Jack London”. La juventud, muy politizada. Hay varías prensas y mucha crítica. En Cracovia, la situación es distinta. Pero la ¿buena? relación entre el socialismo y el catolicismo, era igual.


Finalmente, arribó, junto a sus compañeros de viaje, a la Unión Soviética. Seguramente, lo mejor del libro y lo que todos estábamos esperando. Para entender un poco de lo que estamos hablando, nada mejor que sus propias palabras: Para tener “una idea aproximada de ese coloso acostado que es la Unión Soviética, con sus 105 idiomas, sus 200.000.000 de habitantes, su incontadas nacionalidades (…) y cuya superficie –tres veces la de Estados Unidos- ocupa la mitad de Europa, una tercera parte de Asia y constituye en síntesis la sexta parte del mundo, 22.4000.000 kilómetros cuadrados sin un solo aviso de Coca-Cola”.

“Estas dimensiones se sienten desde el momento en que se atraviesa la frontera. Como la tierra no es propiedad privada no hay cercas divisorias: la producción de alambre de púa no figura en las estadísticas”.

Nos cuenta sobre su viaje en tren de 40 horas, el cual considera que es el mejor de Europa y con solo una clase de vagones, el recorrido va desde Chop (actual Ucrania) a Moscú, pasando también por Kiev. También nos comenta sobre la diferencia entre la prolijidad del tren en contraposición con la calidad de la ropa y de valijas de los pasajeros. Narra sobre la generosidad de las personas en los distintos pueblos donde van parando y hace referencia a los niños españoles refugiados luego de la Guerra Civil, el nacionalismo que expresan y las ganas y dudas de volver a la península o quedarse. Dato no menor, a partir de esta situación, el español era el principal idioma extranjero en Moscú.


Al llegar a la capital, la identifica como “la aldea más grande del mundo”. Todo está en dimensiones desproporcionadas, el cemento, la cantidad de gente y los autos. Todo queda lejos y se tarda en llegar. Nos comenta sobre la increíble cantidad de extranjeros que llegaron al Festival Mundial de la Juventud –motivo por el cual pudo conseguir la visa- desde todos los lugares del mundo, como también de soviéticos de todos los rincones de la URSS. Menciona que muchos soviéticos, a causa del aislamiento, nunca habían visto un extranjero. Señala la amabilidad, las ganas de hablar, de preguntar cómo se vive en otros lugares, de aprender y de hacer nuevos amigos. El escritor le entrelaza en las mismas intenciones. Comienzan los halagos a la experiencia que estaban viviendo, pero también las críticas. Comenta: “La desaparición de las clases es una evidencia impresionante. La gente es toda igual, en el mismo nivel, vestida con ropa vieja y mal cortada y con zapatos de pacotilla. No se apresuran ni atropellan y parecen tomare su tiempo para vivir”. “Solo cuando se conserva con los moscovitas, cuando se les individualiza, uno descubre que aquella multitud pastosa está formada por hombres, mujeres y niños que no tienen nada de común y corriente”. Posteriormente agrega: “(…) los dramáticos contrastes de un país donde los trabajadores viven amontonados en un cuarto y solo tienen derecho a comprar dos vestidos al año, mientras engordan con la satisfacción de saber que un proyectil soviético ha llegado a la Luna”.


El autor nos comenta que, en 40 años, hubo una Revolución Socialista, una contrarrevolución -con ejércitos extranjeros en territorio propio-, una guerra- que incluye la invasión nazi y el traslado de la industria pesada de Ucrania a Siberia- y una reconstrucción. Estos hechos generaban tensiones en la población, la tensión entre las condiciones de vida de la generación actual y la futura. La tensión entre producir los bienes de capital y/o de consumo. “La realidad de la Unión Soviética se comprende mejor cuando se descubre que el progreso se desarrolló en sentido contrario. La preocupación primordial de los gobernantes revolucionarios fue alimentar al pueblo”. Contextualiza, justifica, pero no comparte. Considera que los soviéticos deben vivir bien y que ya quedó atrás la urgencia de matar el hambre de los primeros años y los jóvenes, principalmente, lo saben bien.


Mientras se desarrolla el Festival, se estaba viviendo el proceso de desestalinización. García Márquez pregunta sobre su figura, su accionar, su modo de hacer política y sobre el terror. Escucha respuestas variadas, con distintos argumentos a favor y en contra. Incluso se pone en duda la posibilidad de realizar el Festival si Stalin continuara al mando. A la vez, nos describe un poco lo que es el culto a la personalidad: ”No tenía edad. Cuando murió había pasado de los setenta años, tenía la cabeza completamente blanca y empezaban a revelarse los síntomas de agotamiento físico. Pero en la imaginación de pueblo Stalin tenía la edad de los retratos. Ellos impusieron una presencia intemporal hasta en las remotas aldeas de la tundra”. Nos comenta brevemente sobre su acumulación de poder, de cargos y su manera de centralizar las decisiones. También da lugar al proceso que se estaba llevando adelante para poder crear una nueva forma de administrar, de las mudanzas de Ministerios a otras regiones. De las formas de dar discursos, de mostrarse y relacionarse de Krushchev. Era evidente para todos, aunque en Occidente se le daba más importancia a su figura, de que estaban en una nueva etapa. “Por lo pronto, ya hay en la Unión Soviética un insulto gravísimo: “burócrata””.


Mención aparte merecen la transición de una parte del mundo a la otra y el ingreso al Mausoleo de la Plaza Roja. Increíble la cantidad de detalles, de observaciones que solo alguien que no pertenece a ese ámbito puede ver y que solo alguien con una gran capacidad de escritura como García Márquez puede pasar a papel. Se sugiere leer con mucha atención, incluso más de una vez. Sobre la transición, la descripción de este pasaje va desde las cuestiones burocráticas en las fronteras hasta el paisaje, describe a los militares, el modo en que se hacían entender y lo que comían. También le da forma concreta a la “cortina de hierro”. En relación al Mausoleo, da cuenta de los dos kilómetros constantes de fila para ingresar, de los guardias de seguridad, los intérpretes, la descripción de su interior y de los cuerpos de Lenin y Stalin (¿el culto a la personalidad más increíblemente surrealistas de la historia de la izquierda?). Así como también del arma secreta de uno de los guardias en su interior.


Volviendo al principio, este mundo del que Gabo nos habla, ya no existe. ¿El que existe ahora es mejor? ¿Cómo será después de la Pandemia? ¿Cómo se relaciona la caída de la URSS con el consenso de Washington? ¿Qué forma toma en la Argentina este proceso mundial? ¿Cómo se adaptaron los radicales y peronista[3]? ¿Y la izquierda[4]?


De lo que estamos seguros, incluso con las múltiples preguntas que no hacemos, es que mucho de lo que ocurre en nuestro país no tiene nada que envidiarle al realismo mágico de Macondo.



[1] En 1977, escribe la siguiente crónica: Operación Carlota. Cuba en Angola. Muy Interesante material. https://www.revistatransas.com/2016/10/26/operacion-carlota-cuba-en-angola/

[2] Gabriel García Márquez habla de Fidel Castro en la televisión cubana en 1996. https://www.youtube.com/watch?v=kXITSmFvXWA&ab_channel=PensarenCuba

[3]En relación al fallecimiento de Carlos Saúl y un pequeño análisis sobre su gobierno, su contexto, su estética, su manera de obrar y su vigencia. El Califa invicto https://lacloacawebzine.wixsite.com/misitio/post/el-califa-invicto [4] En relación a este tema, se sugiere leer la reseña (y el libro): Melancolía de izquierda. Marxismo, historia y memoria. https://lacloacawebzine.wixsite.com/misitio/post/melancol%C3%ADa-de-izquierda-marxismo-historia-y-memoria


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